martes, 5 de junio de 2007

La hora de la tormenta y sus efectos

Son las 18.15. Como de costumbre, es la hora de la tormenta. Me huele que hoy va a ser "la gran tormenta". Estoy sola en la sala de profesores y todo retumba por los truenos... creo que la tenemos "literamente encima" :-/ .



Cuatro horas más tarde cuento lo que ha sucedido: evidentemente, hemos tenido la tormenta "encima". Ha sido un señor tormentón y lo que es peor (o mejor, según se mire): justo cuando estábamos en la pausa, sobre las 20:10, se ha ido la luz. De repente, se ha oído un grito unánime de sustillo y alegría procedente de todas las clases. Me recordó a los viejos tiempos del colegio, en aquellos días grises y de gota fría en los que me encantaba que se fuera la luz, aunque en realidad fueron pocos. Pero si hoy los alumnos se han alegrado, os aseguro que los profesores más :) De repente, hemos salido todos a pasearnos por los pasillos y nos hemos dedicado a comprobar si era un fallo del centro o un apagón general. Afortunadamente, se ha dado la segunda situación (me acaba de explicar la vecina que ABSOLUTAMENTE TODA la ciudad, que tiene 2 millones y una extensión como Valencia, se ha quedado a oscuras. A mí este dato me ha sorprendido pero parece que a ellos no. Y ante mi reacción me han dicho “En la guerra era así o peor”. Claro… Inocente de mí). Pero lo mejor de la tarde ha llegado cuando he regresado a mi clase para conversar un rato con los estudiantes mientras esperábamos la luz y ha llegado Núria, otra profesora, acalorada preguntándome si sabía dónde estaba Sandra, la jefa de estudios: "No, pero la buscamos. Que, ¿qué pasa?" "Que Ana se ha quedado encerrada en el ascensor". Ana es otra profesora a la que le acaban sucediendo las historias más surrealistas que os podáis imaginar. Si yo al principio dudaba de la veracidad de muchas de ellas, muestras tengo ya de que no lo debo hacer porque es verdad: todo le acaba sucediendo, lo muy bueno y lo muy malo. Total, que nos hemos bajado corriendo y entre risas a buscar a Sandra quien, al escuchar el comentario, no se ha podido contener y se me empezado a descojonar por lo mismo que os acabo de comentar ahora. Al final, éramos unas 15 personas delante del ascensor intentándolo abrir a la fuerza primero (decían que se podía, pero ha resultado ser un intento fallido) y después con la llave del ascensor que nos ha dado el guarda de seguridad (solución que no ha tenido mayor éxito). Habrán pasado probablemente unos 20 minutos, todos entorno a la escalera y al otro lado del ascensor, que es transparente, intentando distinguir a Ana en aquella pecera negra. Aunque era casi imposible porque el ambiente estaba oscuro, la oíamos de vez en cuando. Menos mal que la tía es tranquilona porque de haberme pasado a mí tal situación, no sé cómo hubiera reaccionado. De pequeña no me gustaban nada los ascensores y sólo en Barcelona, cuando comencé a vivir en un sexto y tenía que subir la compra, empecé a usarlos. Ahora aquí, en Belgrado, vivo en un quinto y tengo un ascensor que es un trasto y tienes que saber cómo funciona porque, de lo contrario, te deja encerrada entre piso y piso... Sin embargo, le "he perdido" el miedo y lo uso siempre que llego cargada. En fin. Al final la historia ha terminado ha tenido un final feliz: ha llegado la luz a las 20:45 más o menos y Ana, que es una teatrera, ha salido cantando del ascensor y rodeada de aplausos (había como 2 grupos de estudiantes expectantes más todos los profes que nos estábamos muriendo de la risa)... Por lo menos la tarde ha sido entretenida, cosa que ya se agradece a estas alturas del año y a esas horas del día :)

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