Son alrededor de las 4 de la tarde y las cadenas de televisión serbias, en plena sesión de “tarde de cine”, interrumpen por momentos su programación para conectar en directo con el parlamento kosovar. La emisión dura escasos segundos. En seguida, vuelta a la normalidad. Es como quien está nervioso porque algo está sucediendo y se tapa los ojos pero entreabre los dedos, como no queriéndose perder lo que pasa. A los pocos minutos, primeras manifestaciones de alegría en Pristina y primeras reacciones violentas en Belgrado, en donde sienten que “la cuna de su patria les ha sido injustamente arrebatada”.
Sentada en el sofá, con el ordenador en el regazo, no sé qué sentir… No me sé (ni creo que quiero) posicionar, pero supongo que el sentimiento de los que me rodea me invade. ¡Te han comido la cabeza!, pensarán muchos. Pues es posible, pero del mismo modo siento que las potencias occidentales se la han comido a muchos de mis compatriotas. En estas viejas historias, corre la sangre en ambas partes muchas veces, y no hay pelea alguna si dos no quieren. Y me molesta la frialdad con la que habla mucha gente en España. Supongo que hay que estar aquí para vivirlo de otra manera.
Que Kosovo sea independiente o no, como he dicho, ni me va, ni me viene. Pero no puedo dejar de pensar en los serbios que han quedado en los enclaves del ahora territorio kosovar “independiente”. De primera mano sé que viven con cortes constantes de agua y electricidad, que viven con el miedo metido en el cuerpo, como seguramente vivió en tiempos de Milosevic la población albanesa. Culpables unos, y culpables los otros.
Horas más tarde, vienen unos amigos a tomar café a casa. No nos atrevemos a salir de la calle por todo el revuelto que hay, que a medida que pasan los minutos se va volviendo más y más violento. Uno de ellos vivió en Pristina a finales de los 90, cuando se vivieron algunos de los momentos más críticos en la provincia; cuando la OTAN tuvo que intervenir y bombardear Serbia. Mientras tomamos café, cuenta en todo dulce y amargo a un tiempo la historia de Jelena, su hermana. Hace 3 años, el 17 de marzo de 2005, el día del comienzo de aquellas 3 jornadas sangrientas en las que extremistas albaneses arrasaron aldeas kosovares serbias, entre otras cosas, Jelena dio a luz a Vuk, su primer hijo, y cuyo nombre significa “Lobo”. Fueron días de nerviosismo, miedo y desconcierto,… Vuk fue el primero de los 6 varones que nacieron en la pequeña aldea de G., a escasos 6 kilómetros de la capital kosovar. Todos hombres. Cuenta la leyenda que en tiempos de guerra nacen más hombres que mujeres, historia que, afortunadamente, no me atrevo a rebatir. Hoy, 17 de febrero de 2008, día de la independencia kosovar, vuelve a reinar la incertidumbre en aquellas aldeas serbias. Tres años después, curiosamente, Jelena vuelve a dar a luz. Esta vez es niña: Mirna, que significa “tranquilidad”. Casualidad o no, todo parece un deseo de esos anhelados tiempos de paz. Pero sólo el tiempo lo dirá.
Sentada en el sofá, con el ordenador en el regazo, no sé qué sentir… No me sé (ni creo que quiero) posicionar, pero supongo que el sentimiento de los que me rodea me invade. ¡Te han comido la cabeza!, pensarán muchos. Pues es posible, pero del mismo modo siento que las potencias occidentales se la han comido a muchos de mis compatriotas. En estas viejas historias, corre la sangre en ambas partes muchas veces, y no hay pelea alguna si dos no quieren. Y me molesta la frialdad con la que habla mucha gente en España. Supongo que hay que estar aquí para vivirlo de otra manera.
Que Kosovo sea independiente o no, como he dicho, ni me va, ni me viene. Pero no puedo dejar de pensar en los serbios que han quedado en los enclaves del ahora territorio kosovar “independiente”. De primera mano sé que viven con cortes constantes de agua y electricidad, que viven con el miedo metido en el cuerpo, como seguramente vivió en tiempos de Milosevic la población albanesa. Culpables unos, y culpables los otros.
Horas más tarde, vienen unos amigos a tomar café a casa. No nos atrevemos a salir de la calle por todo el revuelto que hay, que a medida que pasan los minutos se va volviendo más y más violento. Uno de ellos vivió en Pristina a finales de los 90, cuando se vivieron algunos de los momentos más críticos en la provincia; cuando la OTAN tuvo que intervenir y bombardear Serbia. Mientras tomamos café, cuenta en todo dulce y amargo a un tiempo la historia de Jelena, su hermana. Hace 3 años, el 17 de marzo de 2005, el día del comienzo de aquellas 3 jornadas sangrientas en las que extremistas albaneses arrasaron aldeas kosovares serbias, entre otras cosas, Jelena dio a luz a Vuk, su primer hijo, y cuyo nombre significa “Lobo”. Fueron días de nerviosismo, miedo y desconcierto,… Vuk fue el primero de los 6 varones que nacieron en la pequeña aldea de G., a escasos 6 kilómetros de la capital kosovar. Todos hombres. Cuenta la leyenda que en tiempos de guerra nacen más hombres que mujeres, historia que, afortunadamente, no me atrevo a rebatir. Hoy, 17 de febrero de 2008, día de la independencia kosovar, vuelve a reinar la incertidumbre en aquellas aldeas serbias. Tres años después, curiosamente, Jelena vuelve a dar a luz. Esta vez es niña: Mirna, que significa “tranquilidad”. Casualidad o no, todo parece un deseo de esos anhelados tiempos de paz. Pero sólo el tiempo lo dirá.