lunes, 26 de noviembre de 2007

Intenso domingo

Vaya semanita. Ha sido un no parar constante, sin apenas tiempo para respirar y con la energía muy baja, sensación agravada últimamente por la recaída de anginas que he tenido estos días y el taller que ayer di en la universidad de Belgrado y que me remató. Controlar a 80 personas en un aula sin ventilación con bancos y mesas fijos, cuando habíamos pedido un espacio grande sin muebles, resultó ser más que agotador.

Pero bueno, ayer por la tarde y hoy han sido días de completa desconexión. Además, hoy ha sido un día completito, de esos que cada cosa que me ha ido pasando he pensado: “Lo tengo que comentar en el blog”.

Lo he comenzado de forma diferente: tirada en la caman y viendo “No man’s land”, una película que me recomendó Irene este verano mientras regresábamos a Belgrado en aquella tartana de Zlatibor. No es reciente; es del 2001, y trata de la guerra en Bosnia. Me ha parecido muy buena, aunque sumamente triste y ha conseguido dejarme bastante tocada. ¡Qué injusta es la vida! ¡Qué egoistas somos los seres humanos cuando todo nos va bien, y qué poco nos importa la vida de otros cuando estamos bien acomodados y servidos en nuestro despacho! ¡Qué hipócrita el mundo en el que vivimos, en el que predicamos palabras de apoyo, humanidad,… y después lo único que queremos es preservar nuestro nombre intacto, sin mancha alguna! Mejor no nos pringuemos, no vaya a ser que la cosa nos salpique… He alucinado y todo esto me ha hecho una vez más dudar de este mundo, de la realidad tergiversada e interesada en la que seguro que vivimos y de la que no somos conscientes.

Al terminar, y tratando de evitar que me afectara más de lo que quería, me he puesto a limpiar la casa y he ido al mercado. Es la ruta de cada domingo, y la verdad es que me encanta porque es el día de mayor variedad en fruta y verdura, curioso, ¿verdad? En España yo creo que nunca iría a un mercado un domingo a pillar lo mejor. No obstante, es cierto que con la llegada del invierno se nota que disminuyen las frutas y verduras atrayentes y se van llenando los puestos de patatas, coliflores, remolachas, y conservas caseras. Probablemente sea así hasta marzo :(
Al llegar a casa, he ido a darle los buenos días a los vecinos, y Bojana y yo nos hemos puesto a hablar en el rellano. De repente se ha abierto la puerta el otro vecino y nos ha dicho que nos invitaba a café, que pasáramos. Hemos alucinado un poco, dado que normalmente es con su mujer con quien nos relacionamos y no con él. Pero ante su repentina salida (como si viniera a buscarnos intencionadamente), su sorprendente amabilidad y su invitación insistente, hemos aceptado. Inocentes…

Personalmente, he alucinado cuando he visto que su mujer no se encontraba en casa y estábamos solos él, un amiguito suyo, la vecina y yo. Desde el comienzo, no me gustó la situación, pero vi a Bojana reaccionar con naturalidad y pensé que todo estaba bien. No obstante, yo seguía sin sentirme a gusto. Supongo que se debió al revoloteo inicial constante de ambos sobre nosotras. Era como si se tratara de dos adolescentes altamente hormonados que hubieran perdido el norte. Me dio la sensación, por un momento, de volver a mis quince, momento en que buscábamos situaciones semejantes; cuando en aquella mezcla de sexos, la vergüenza nos invadía y de repente aparecía la figura del celestino tratando de unir a los dos interesados: esta mañana esos dos éramos el amiguito y yo, sólo que con una diferencia: no había ni el más mínimo interés por mi parte.

Tras servirnos un café y un vaso de zumo (entre los dos han conseguido calentar un poco de agua y leche y mezclarlo con café y azúcar, pero no sin nuestra ayuda… ¡qué penoso!), nos hemos sentado en el salón. En un sillón el vecino, él; en otro, ella; y en el sofá, el amiguito y yo.

La cosa ha empezado con la excusa de que querían practicar inglés, pero ha ido encaminándose hacia donde mucho me temía y no quería. Durante el primer año no me importó ser la extranjera con la que la gente quería intercambiar, relacionarse, hablar,… pero ha llegado ya un punto que esta actitud me tiene harta. Si alguien quiere hablar conmigo, quiero que sea porque realmente hay conexión, porque tenemos algo que decirnos. Odio ser vista con otros intereses, y aquí las arpías lingüísticas abundan. De hecho, ya no salgo con quien me pida hablar en español o, aun peor, cuyo discurso empiece con un “corrígeme todo, ¿vale?”. Para eso, que se busquen un tandem o se paguen unas clases particulares. ¿Es que la gente no se da cuenta que ése es mi trabajo? ¿Qué también yo necesito desconectar?

En fin, volviendo al tema de hoy. La cuestión es que estábamos todos en el salón y sin casi haber dejado que pasara el tiempo e intercambiar palabra, al iluminado del amiguito se le ha ocurrido empezar a piropearme. Yo, incrédula. Era como si todo hubiera estado preparado, como si el objetivo era hacerse con aquella españolita que, lejos de su propósito, pensaba: ¿Cómo te atreves a decir esas cursiladas si apenas nos conocemos? ¿Si no hemos intercambiado más que nuestros nombres, a qué nos dedicamos, y la relación que tenemos con el invitado? Ya sé que el amor hace decir gilipolleces muchas veces, ¿pero qué amor ni qué historias hay aquí? QUE NO ME CONOCES DE NADA... Y encima, te atreveces a piropearme abieratmente, delante de todo el mundo... ¿Acaso te has preguntado cómo me puedo sentir? ¿Y si tengo pareja?... La primera vez he guardado silencio e intentando sonreir mínimamente, sin poder evitar lanzarle una mirada a mi vecina preguntándole: “¿Qué c--- está pasando aquí? No entiendo nada…”. He visto en su mirada que estaba tan desconcertada como yo. Contrariamente a lo que pueda parecer, me ha tranquilizado. Aquella situación tan surrealista a mi parecer, también lo era para ella. Este tipo de encuentros organizados y tan directos no suelen tener lugar con tanta frecuencia como yo he llegado a pensar en algún momento.

Al final, el vecino, en un arrebato de bobería masculina (y que nadie se ofenda, pero es verdad. A veces acaban soltando lo que no deberían), ha terminado contando que hacía tiempo que le había explicado a su amigo que tenía una vecina española y que éste insistía en conocerla. Hoy había ido a ayudarlo a subir una lavadora nueva a casa y como recompensa, había que presentarnos. Así que al oirme en el rellano, había salido a buscarme... Pues menos mal que estábamos Bojana y yo, y que no me ha llamado al timbre a casa, porque estoy yo sola en esa situación y me da algo. Detesto estas historias. Y aun más detesto a los celestinos, sobre todo, cuando no entienden que están haciendo el ridículo y aun se atreven a decirme, a cada pésimo piropo que me lanza su amigo, que cómo son los hombres serbios, y que ya quisieran todas las españolas que sus hombres fueran así… ¡Ese narcicismo ciego serbio, cuán poco me gustaaaa! Y lo peor es que lo padecen tanto ellos (que se creen la flor y nata de la belleza terrenal), como ellas (que creen tener a los mejores hombres del mundo). A lo que ya no he podido más y he dicho que no era mi caso, que para mi gusto, sólo se salvaba algún que otro serbio y que en general me había dado cuenta desde que vivía en Serbia de lo mucho que me gustaban los españoles.

He salido de allí escopetada tan pronto como he podido y nos hemos metido en mi casa a comentar la triste jugada. No es la primera vez que me intentan emparejar con alguien en este país, y no sé qué manía tienen de adoptar ese rol de celestinos. El año pasado una alumna quería liarme con un amigo suyo que tenía, ni más ni menos, que 40 años. La verdad es que no tengo nada en contra de la gente de 40… la edad nunca fue algo que me preocupara jamás. De hecho, casi siempre me he relacionado con gente mayor que yo, pero joer… ¿Quién se cree la gente que es? ¿Con qué derecho se cree para organizar tu vida? ¿Para decidir con quien debes estar porque ellos no soportan el hecho de estar solos? Lo peor de esta situación es que me acaba poniendo violenta con quien no quiero. Pero no puedo evitarlo, dado que siento que están invadiendo un terreno de mi intimidad para el cual yo no me he abierto, y mi reacción inmediata es actuar con seriedad y sequedad, como queriendo romper cualquier vínculo que nos pudiera unir. No lo puedo evitar.

Me he sentido tan ridícula, tan estúpida viendo perder mi precioso tiempo de domingo. Menos mal que por la tarde lo he aprovechado en el festival francés de documentales que se organizaba en el Sava Centar. He estado con Miona, que es siempre un placer, y hemos visto 3 documentales:

- El primero, “The decent factory”, hablaba de los analistas éticos que Nokia tiene para investigar en qué condiciones trabajan los trabajadores de sus proveedores en países como China. Ha sido muy interesante.

- El segundo, “Ilha das Flores”, era un corto que ya conocía. Habla de las malas condiciones en que viven los habitantes de la Illa das Flores y denuncia la situación de que haya personas viviendo en condiciones mucho peores que ciertos animales. Lo he encontrado en Youtube en esta dirección. Así que a quien le apetezca, se lo recomiendo. Dura poquito y tiene una forma muy original de presentar la información.

- El tercero, y último, no recuerdo exactamente cómo se llamaba, pero era un documental sobre Muhammad Yunus, el creador del Grameen Bank y de los microcréditos que ha revolucionado la economía de Bangladesh y otros muchos países del tercer mundo. Ha sido muy, muy, muy interesante. No sólo en términos económicos, sino ver también cómo ha hecho que el papel de la mujer entre a formar parte de la sociedad bangladeshí, que tanto el hombre asumiera que tenía un papel fundamental, como ella misma tomara conciencia de que podía hacer algo más que servir a un marido y a unos hijos.
Al acabar me he venido a casa. Mañana madrugo. Esta semana será probablemente tan intensa como la anterior… además del trabajo y de un montón de actividades, tengo mi memoria y empieza el festival de cine de autor con algunas pelis que quiero ir a ver; para el fin de semana, está todavía todo en el aire, pero queríamos escaparnos a Kosovo 10 días antes de que se decida el futuro de todo esto… Pero todo está por ver. Más noticias, a lo largo de estos días.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Y sigue

Sigue nevando 48 horas después...

sábado, 17 de noviembre de 2007

Ya está aquí

Hoy he madrugado. Me espera un largo día lleno de actividades por delante y antes quería sentarme un rato a escribir mi queridísima memoria. Al abrir los ojos, la falta de ese tono dorado que invade la habitación cuando afuera brilla el sol, me ha hecho pensar en que hoy era nuevamente uno de esos días de cielos plomizos. Y en efecto, pero acompañado ya de los primeros efectos hibernales, de esa señorita blanca, fina y delicada que tan poco me apetecía que llegase.



Estaba convencida de que no iba a ser este fin de semana: El jueves pasado se dijo que nevaría y no lo hizo, con lo cual la noticia me llevó a pensar casi de forma inconsciente que había terminado la amenaza durante un tiempo. Mis esperanzas dictaban que hasta después de Navidad no podía caer copo alguno. Demasiado ingenua. El recuerdo del invierno pasado, cálido y agradable como muchos no imaginaban en estas tierras, ha quedado cubierto por otro que ya se avecina frío y largo, como el primero que pasé en estos lares.


Me pregunto si no será una estrategia del tiempo para que definitivamente me entren ganas de quedarme en casa, sentadita, frente a mi radiador, mi tocho de apuntes y mi taza de té...

martes, 13 de noviembre de 2007

Asia, el continente masculino

Al respecto de la entrada "Acerca de hombres y mujeres", y aunque desde una perspectiva muy diferente, os dejo este artículo que acabo de leer en El País: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Asia/continente/masculino/elpepusoc/20071113elpepisoc_4/Tes. Imposible que deje indiferente a una.

Acerca de hombres y mujeres

Hacía tiempo que tenía ganas de hablar del rol de hombres y mujeres en Serbia y este fin de semana pasado he vivido algunas situaciones y he tenido algunas conversaciones que han hecho que quisiera sacar hoy el tema a colación. Os cuento:

El sábado por la noche había quedado con unos amigos para salir. Ellos habían quedado a las 22h en el local y yo, como trabajé hasta esas horas, dije que iría más tarde. Me presenté a eso de las 23.30h, después de pasar por casa, cenar, darme una ducha y arreglarme. Al bar llegué sola y en la cola para entrar, coincidí con uno de los que venían. Con él y su novia, a quien no conocía hasta el momento. Estuvimos hablando y al llegar a la caja, el tío insitió en pagar la entrada, lo cual me mosqueó. Pero bueno, a lo largo de estos dos años ya he discutido bastante sobre el tema con los hombres de este país y estoy harta de hacerlo, así que no me voy a oponer más.

La cuestión es que cuando llegamos al guardarropa, insití en pagar yo. Él, por supuestísimo, se negó. Y yo dije que por lo menos me dejara pagar mi parte. Él y su novia pasaron delante, y el tío aboquinó por los dos. Momentos más tarde, me tocaba a mí pero se me coló un gigante sin darse cuenta. Al llamarle la atención los amigos con cierto tono de guasa, el chaval insitió en, por favor, pagarme el ticket del guardarropa. Le dije que no era necesario, pero se puso tan pesado que al final acepté. Quizá no debería haberlo hecho, siendo coherente con mis ideas, pero es que a veces parece que no entiendan que ambos podemos pagar, que no siempre necesitan hacerlo ellos. ¡Qué pobres el dineral con el que tienen que salir cada fin de semana! Sin embargo, creo que esta sociedad funciona así y se regula conforme a los principios monetarios y relacionales que la marcan y que son difíciles de cambiar. Os explico más adelante cómo lo entiendo yo.

Entramos en el local, y os aseguro que si hubiera querido beber gratis toda la noche, lo habría podido hacer, pero paso. Odio que me paguen todo los hombres en este país. Odio que las señoritas se dejen pagar. Odio que ese sea el chantaje que les hacen: ellos pagan, ellas se sienten así pagadas, y se convierten en submisas que jamás se atrevirán a reberlarse contra “su hombre, ése que las quiere tanto porque las mantiene y les abre la puerta cada vez que entran o salen de algún sitio”. Ése que presume tanto por saber cuidar a una mujer, pero que después la tiene a sus pies en casa. Se desentiende de ella y de todo, y sólo responde a lo monetario y a temas familiares de importancia.

De hecho, aquí, el día del parto, ella va solita al hospital. En todo caso, irá acompañada de su madre, hermana o amiga. Él, mientras, estará celebrándolo por todo lo alto con sus amigos en la kafana, emborrachándose. Y me parece muy bien que lo celebre. Pero puñetas, que lo haga con ella días más tarde y que mientras la acompañe en esa labor tan difícil de traer un hijo al mundo. Personalmente, lo entiendo como un proyecto común, aunque la naturaleza e haya dado mayores responsabilidades a un miembro de la pareja durante unos meses. Estoy segura de que toda mujer en esa situación tan "agridulce" agradece un poco de apoyo moral por parte de su pareja.

O por ejemplo: ellas van como barbies. Monísimas. Arregladísimas. Pintadísimas. Depiladísimas. Cuando les planteas para qué tanta belleza femenina llevada al extremo, te dicen que tienen que estar guapas para los ellos. Si me parece muy bien. También a mí me parece que el cuidado físico es importante y es un respeto que le debes a tu pareja, pero que también ellos respondan entonces con los mismos criterios de belleza. Y creo que ahí cambian las cosas: los muchachos no salen de su chándal y sus bambas, y de sus cabezas rapadas. Pues qué injusticia, ¿no?

En fin, con todas estas ideas y otras, regresé a casa dándole vueltas al coco, y nuevamente salió el tema el domingo por la mañana. Fui a desayunar a casa de la vecina y se empezó a quejar porque su novio se había ido de casa temprano y se despreocupaba de pasar tiempo con ella el único día que tenían libre los dos. Se iba a la casa de apuestas a ver el fútbol y a dejarse unos cuantos dinares, como casi cada hombre en este país (siento las generalizaciones, pero reconoced que la mayoría son así). Cuando le empecé a plantear por qué no me gustan la mayoría de hombres de este país, me dio razón y me dijo que el problema venía de la educación que habían recibido en casa. Ellos, servidos y ellas, a servir. Como en España hace unos años. Pero yo me niego, señores. Sé que hay otras realidades y no estoy dispuesta a aceptar esta realidad (hay quien se salva, ya lo he dicho, pero pocos, poquíssssssimos. Además, suelen ser bastante mayores que yo, curiosamente). Todo este discurso vino porque la vecina andaba quemada por haber tenido que limpiar la casa sola por la mañana mientras él andaba de turné. Y yo me preguntó: ¿Y por qué no limpiarla entre los dos y después irse ambos a divertirse, juntos o por separado? Con lo fácil y cómodo que sería…

Para continuar con el tema, ayer por la tarde-noche salí con un amigo a tomar algo y curiosamente, volvió a surgir el tema. Me decía que como mujer tenía que hacerme respetar: que los tíos fueran educados conmigo, que me abrieran la puerta, etc, etc. etc. Estoy harta de escuchar el mismo discurso todo el tiempo. Estoy harta de que los roles hombre-mujer estén tan sumamente marcados, tan definidos (mal, a mí entender) y que les cueste tanto verlo.

Por ejemplo, el fin de semana pasado estuve en Subotica y me alojé en casa de la hermana de mi amiga Tatjana. Jelena, que así es como se llama, se acaba de mudar a un piso con su novio. Es enfermera y tiene mi edad: 25. El novio, 23. Los dos trabajan. Llegamos juntos a casa, después de que nos recogieran en la estación de autobuses, y él se fue directo al sofá. Nosotras a la cocina. Preparamos todo para cenar. A la mesa nos sentamos el chico y yo (la invitada). Tatjana se unió minutos más tarde, pero su hermana no lo hizo hasta que todos terminamos de comer y, por supuesto, se tomó los restos de sopa y un poco de pan con ajvar que también había quedado. Yo me sentía faltal e insistí en repetidas ocasiones en que se sentara a comer con nosotros, pero me dijo que no, que ella era la anfitriona. Jolines, ¿y él? Él también, y allí que estaba zampándose la cena, tan tranquilo. Ya sé que son costumbres de un país, pero… me ponen negra, negra, negra.

Y a poco que se me ocurra quejarme o plantear mi visión, soy una feminista de mucho cuidado. ¡Yo! ¡Justamente yo! Es cierto que defiendo a la mujer, pero creo que no le doy más. Simplemente busco igualdad. Creo que trae mayor felicidad para todos y, a la larga, evita resignaciones de pareja y mucho quemazón. No quiero estar echando chispas como la vecina constantemente… Y si no eres feminista, eres “a really smart ass”. O sea, que la mujer por naturaleza, tonta. ¿Será posible...? Y después no quieren que los tildes de machistas.

martes, 6 de noviembre de 2007

Ojalá

Ayer me encontré este artículo en la página web del EL PAÍS: La UE inicia el diálogo con Serbia tras constatar sus esfuerzos para detener a criminales de guerra, y evidentemente no me pude contenerme y lo colgué. A muchos de vosotros probablemente ni os interese, y lo entiendo. A mí nada de esta zona me interesó en los medios de comunicación españoles hasta que la pisé por primera vez y después, cuando ya me atrapó.

El caso es que para una vez que hay algo y es positivo, pues quisé compartirlo. Las dos últimas semanas, casi por casualidad (o no), hemos estado hablando bastante de política: de la UE y Serbia, de Serbia y Kosovo, de la UE, USA y Kosovo, de Serbia y la guerra, de las consecuencias que ha tenido que pagar el país, etc. Temas todos muy complejos y acerca de los que yo no sé más que breves pinceladas de lo poco que he leído y de lo que me han ido contando cómo lo vive y siente la gente de a pie.

Al respecto, sólo quería manifestar que me tiene un poco preocupada el tema Kosovo porque en dos meses no sé dónde podamos estar. Con el nuevo plan de la ONU, por aquí se rumorea que los kosovares dicen que van a declararse independientes sí o sí el 10 de diciembre, al margen de la opinión de Belgrado. Belgrado dice que no da Kosovo, ni de broma. Los más abiertos quieren creer que Serbia no se meterá de nuevo en guerra, que ya está escarmentada. Los más nacionalistas yo creo que irían. Pero bueno, tan trágica no quiero ser. Sólo espero que no se arme la de dios en este polvorín balcánico, ya que no quiero salir por patas por Navidades anticipadas. Prefiero tenerlas tranquilas y a su debido tiempo.

Respecto al artículo y el paso de acercamiento que esperan volver a dar a partir de hoy Belgrado y Bruselas (ojalá, ojalá), creo que es un punto a favor y un motivo para sonreir. Dicen los que se han aventurado por zonas de Bulgaria y Rumanía (yo espero hacerlo en diciembre :))), que no entienden cómo estos países son ya miembros de la UE desde el 1 de enero de 2007, y no lo son otros países como Croacia o Serbia. Evidentemente, eso me lleva a pensar que son básicamente motivos políticos. Politólogos, ¿es así? Si no, refutadme, please.

Pero bueno, a lo que iba. Quería decir hoy que aunque no entiendo mucho de datos económicos ni políticos, sí veo cómo en los dos años que llevo aquí Belgrado ha experimentado cambios fruto de movimientos económicos y políticos. Aquí van algunos que se me ocurren así, al tun tún:

- Hay una mayor comunidad de extranjeros y se oye bastante inglés por la calle. El primer año, eso no ocurría ni de coña y me sentía atrapada en un mundo del que entendía poco o nada. Sobre todo, cuando se presentaba en cirílico. Backpackers todavía se ven pocos; creo que la oleada extranjera la forman por el momento diplomáticos o empresarios. O lectores y profesores cervantinos, claro está :)

- Sin embargo, y a pesar de que no es por el turismo, como acabo de decir, se nota el aumento de albergue en el centro de la ciudad. Recuerdo el primer año que vine, nada de nada: la única opción eran hoteles viejísimos, grises y austeros, a lo comunista. Además, carísimos para el extranjero: no menos de 40 ó 50 euros la noche.

- Desde el verano pasado, han empezado a llegar cadenas de cafeterías al estilo del Starbucks. Ésa precisamente no ha aterrizado todavía en el país, y no sé cuánto pueda tardar en hacerlo, pero bueno, a lo que me refiero es al concepto de franquicia. Además, han montado una pastelería en el centro con la que he flipado: igual como las de Budapest, esas grandes, enormes, al estillo versallesco, con un montón de pasteles. Irene, en la que desayunamos aquella mañana en Belgrado este verano pasado, ¿te acuerdas?... No he vuelto a pasar muchas veces por delante. Mejor evitar que la vista capte esos dulces.

- Desde el 1 de noviembre, tenemos el Delta City, un mega centro comercial que no he pisado todavía y que dudo que lo haga en breve, a pesar de ser el tema de conversación en las clases y en la sala de profesores. Está todo el mundo flipado. Según uno de mis colegas: “Tengo que ir porque por fin Europa ha aterrizado en Belgrado”. Puede que desde España este concepto no se entienda demasiado, pero cuando estuve en Estambul y regresé a Belgrado, me pareció mucho más europeo Estambul (en todos los sentidos) que Belgrado, a pesar de estar entre dos mundos y ser considerado como algunos como un laicismo amenazante y retrasado.

- Desde que llegué, hay una actividad constructora frenética en ciertos barrios de la ciudad: no hacen más que construir, construir, y construir edificios nuevos. Genrealmente de viviendas, aunque también mucha oficina. Además, poco a poco se va viendo cómo restauran fachadas del centro. Recuerdo mi primer paseo en 2005 por la calle paralela a la que vivo: aluciné con el gris de las fachadas, con los balcones medio caídos, con el deterioro de las casas… Y aunque es verdad que alguien de fuera lo continuaría viendo así, aquí se ve cómo poco a poco van mejorandolas. Me hubiera gustado en aquel entonces echar algunas fotos, aunque ni siquiera tenía la cámara conmigo en Belgrado y me resistía a comprar una digital. ¡Cómo hemos cambiado!

- Aumento de la variedad de productos en el supermercado, aunque no es tan extensa como en España u otros países de alrededor. Sin embargo, el año pasado recuerdo que la revolución fueron los Actimel, de procedencia española :)

- La oferta telefónica también se ha visto ampliada. Cuando llegué, apenas existían dos compañías: una estatal y otra privada. Hoy en día hay muchas más y ya empiezan a haber las ofertas de planes a los que tan acostumbrados nos tienen Movistar, Vodafone, etc, etc, etc.

- La presencia de compañías de vuelo de bajo coste. De momento sólo vuela una, Germanwings. No es de muy bajo coste si se las compara con las ofertas que tenemos en España o que llegan hasta Budapest, pero bueno, es cierto que si te cuesta volar a Belgrado 100 euros desde Alemania, pues ya pienso que es barato. La media para salir del país suele rondar los 350 euros. También la compañía nacional, la JatAirways, ofrece vuelos más baratos a los países colindantes: me fui por unos 100 euros a Montenegro y a Ljubljana, todo un ofertón para el país :)

Aunque parezcan tonterías, os aseguro que cada uno de esos hechos es un gran paso en este país. Un país que llevaba cerrado desde los 90 y cuya población no sólo ha pagado las consecuencias económicamente con la falta de un montón de cosas que en España damos por supuestísimas y ni siquiera las valoramos (yo la primera), sino también mentalmente y en la forma de ver el mundo. El estricto sistema de visas por el que los hacen regirse no les ha permitido a la gran mayoría moverse más que por este pequeño país. Pero este tema de visas, mejor lo dejo para uno de estos días porque seguramente tendré que enfrentarme a él cara a cara a lo largo de este próximo mes. Querer tener invitados serbios en la comida de Navidad en casa es algo que no se decidirá probablemente hasta 48 horas antes de susodicha comida. Triste. Muy triste. Pero de momento, es lo que hay. Ojalá que pronto, si las conversaciones con la UE tienen sus efectos, pueda decir otras cosas. Aunque me huele que será a muy largo tiempo. Ya se verá.

Primavera en noviembre

Por fin respiré. Fue anoche, en unos de esos momentos en que la conexión de internet quiso funcionar, porque lleva unos días resistiéndose. Llegué a pensar que me habían podido cortar la línea al haberme retrasado unas horas en pagarlo; pero no. Aun habiendo ido a abonar la debida cantidad, seguía sin funcionar.

Sin embargo, y como venía diciendo, anoche me permitió entrar corriendo a mi correo y abrir el mail que me mandaban desde esa universidad que tan harta me tiene: me aceptaban la propuesta de tutora de la memoria de máster (después de casi 6 meses desde la primera consulta) y me ampliaban el plazo de entrega 3 meses por todos los problemas que habían tenido y su demora en responderme. Os juro que no me lo podía creer. Histérica de la alegría, sin casi poder contenerme, cogí el teléfono para llamar a casa. Necesitaba decírselo a mis padres, a quien últimamente estoy echado mucho de menos. Estoy ultrasensible en temas familiares y no veo el momento en que pasen los días para que me den ese achuchón de mamá incomparable a cualquier otro.

Pero a lo que iba: Ese temido 31 de enero se ha convertido ahora en un 30 de marzo de 2008 que ya sueño con que llegue para sentirme por fin libre. Aunque libertad he ganado ya mucha con las escasas palabras de anoche: De momento, y así haciendo una previsión rápida, he ganado un puente de la constitución sin remordimientos, unas vacaciones navideñas en familia como dios manda, una escapada a Canarias o a Baleares, domingos para hacer lo que realmente me apetezca, momentos ya casi inexistentes en mi vida en que podía sentarme a leer un libro que nada tiene que ver con lo que estoy haciendo en clase, asistir tranquila a unas clases de griego que, aunque son una mierda, consiguen arrancarme una sonrisa de felicidad, sentarnos con un té por la noche a montar el puzzle de 1500 piezas que he comprado, hacer manualidades los fines de semana, ir al cine, exposiciones y conciertos, danzar con la vecina como dos niñas pequeñas en la clase de aerodance,… en definitiva, ampliar mi visión del mundo, mi realidad del día a día, mis temas de conversación… y poco a poco recuperar aquélla que me gustaba cómo era y que por un tiempo alguien se llevó; disfrutar cada una de las pequeñas cosas y momentos que parece que comienzan a surgir de forma mágica. A pesar de que el otoño está ya avanzado y más bien se aproxima el invierno, siento que en mí empieza a llegar la primavera. Y poco a poco, casi sin darme cuenta están saliendo los rayos del sol; y con ellos, la vida se me empieza a llenar de color en esta ciudad que muchos definirían como gris y decadente.