miércoles, 26 de septiembre de 2007

26 de septiembre de 2007

Despertador. Segundos. Conciencia. Día gris. Vuelta a la cama. 30 minutos. Música. Sábanas. Cojines. Ducha. Desayuno: café con leche; tostadas. Puesta al día: repaso internacional; momento de lectura internáutica.

Calle. Lluvia fina. Paso rápido. Momento de duda. Sigue lloviendo.
Zeleni Venac: con12 euros: kilo de tomates; calabacín; megaberenjena; lechuga; kilo de zanahorias; kilo y medio de espinacas; medio kilo de champiñones; perejil; huevos; aceitunas griegas rellenas; medio kilo de ciruelas; medio kilo de uva. Incrédula. Sonriente.

Paso rápido. Pensamientos. Día obligatoriamente crítico: Olvido asimilado (?); pasión olvidada (?); propuesta necesaria y obligatoria de resurrección al mundo, a la vida. Sigo pensando. Continuo andando. Paso más rápido. Lluvia fina, pero intermitente. Más pensamientos. Túnel subterráneo: gente, gente, gente, y, sorprendente un Fado, lejano. . Increíble pero cierto. Sonrío. Calurosos recuerdos. Lo agradezco. Gente. Gente. Terraza y café.

Casa. Llamada telefónica. Calle. Ando muy rápido. Casi corro. Instituto: Mails; blogs; tests. Tertulia literaria. Cerveza.

Noche cerrada. Casa. Primer puré de la temporada. Frío otoñal.
Larga llamada telefónica. Agradecimiento. Memoria mortal. Lectura obligada. Lectura relajante. Cansancio. Silencio. Sueño... sueño... sueño... Desaparezco.

martes, 25 de septiembre de 2007

Discussions

Llevo ya bastantes días de silencio. En concreto, los días que anduve por Madrid, los que estuve en casa en Alicante, los días que me fui de congreso a Alicante "capital", los primeros en Belgrado… pero es que llevo una temporada de apatía bloggera. Se me ha escapado la inspiración, por mínima y mala que pueda ser. No sé muy bien sobre qué escribir, qué contar,… Definitivamente, necesito acción en mi vida. Dejar un poco atrás esta tranquilidad veraniega, que está muy bien, pero que no me inspira mucho a sentarme frente a un ordenador y escribir (salvo que esté en algún lugar nuevo y diferente; ahí sí que me vienen un montón de sentimientos, sensaciones, ideas,… que quiero transmitir).

Mi vuelta a Belgrado (mi tercer año ya en estas tierras…. ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Quién me lo iba a decir!) y voy a intentar, en la medida de lo posible, que salga de la rutina que la ha caracterizado en los últimos 12 meses; espero que haya menos horas de trabajo y más salir, más gente, más deporte, más serbio, más cine, más teatro, más fotografía, más viaje… y que con esto, haya más blog. Y estos días son especialmente buenos para ponerse las pilas en ese sentido: como cada año cuando llego en septiembre, Belgrado celebra el BITEF (un reconocido festival de artes escénicas) y el BEMUS (otro similar de música)… así que ahí ando, de teatro en teatro, aunque todavía entienda poco (o nada, en muchas ocasiones, sobre todo, si se trata de obras clásicas de la tierra). Aunque bueno, a lo tonto a lo tonto el otro día conseguí aprender unas cuantas expresiones más.

Éste tiene que ser el año de mi salto al serbio, aunque también tengo intenciones de continuar con el portugués y el alemán, y de ponerme con el griego. Mucho me temo que es demasiado abarcar para este año, así que tendremos que repartirlo en los próximos dos, que es el tiempo que tengo que estar por estar tierras todavía. Después, ya se verá. Todo esto unido a ganas de apuntarme al club de trekking (ya lo tengo buscado), al gimnasio, al curso de fotografía, a shiatsu, a tai-chi, etc, etc, etc… Ya véis, tan ambiciosa como siempre… Ya lo dice mi madre, que no sé vivir sin la agenda llena, aunque por una vez será de actividades que me gusten, que hagan fluir por mi mente nuevas ideas más allá de las “elenianas” (entiéndase, para los poco metidos en el tema, de las relacionadas con el mundo del Español como Lengua Extranjera (ELE). ¡Qué bien! ¡Qué bien!...

La verdad es que una agenda llena a mí personalmente me inyecta energía y vida. No hay nada peor que no tener nada que hacer, que estar ociosa y aburrida en casa (sí, ya sé, que a veces es necesario. ¡¡¡Y qué buenos son esos momentos!!!! Pero hablo en general). Y en esa euforia estoy ahora: en la de las mil actividades, los mil planes y los mil reencuentros, sobre todo, con aquella gente que dejé de ver en junio y con a quien estoy deseando volver a ver, compartir las experiencias del verano (que tanto ha dado de sí!!!), etc.

Entre ellas, he visto ya a Miona. Si es que hubo razón alguna por la que se me ocurrió mandar mi currículum a Belgrado en su día fue precisamente por ella: es una amiga serbia a quien conocí en un curso de alemán en la Volkshochschule de Tübingen el verano de 2003; nos hicimos colegas, pasamos julio y agosto juntas y con la tontería y la coña le dije que algún día iría a Belgrado, que tenía esa corazonada… Curiosamente por aquel entonces no tenía ni pajolera de dónde se encontraba susodicha ciudad. Pero cuando Àngels tiene una corazonada, la tiene de verdad (soy medio brujita, como dice Dani :))) )… Y así fue, nos reencontramos en Belgrado aquel 14 de septiembre de 2005, dos años después de habernos conocido. Aquellos días empecé a compartir piso con ella y fue ella precisamente la que me habló y me llevó al BITEF y al BEMUS por primera vez. Recuerdo aquellos momentos como muy agradables,… pero los problemas de convivencia aparecieron pronto, demasiado pronto. Ella no había vivido nunca antes con nadie, y quizá yo ya llevaba demasiado tiempo viviendo sola y poco o nada me apetecía acostumbrarme a ciertas cosas, a ciertos tonos… Por diferentes razones, perdimos el contacto durante año y medio. No teníamos teléfonos, nada,… pero un día el azar quiso que nos reencontráramos, ni más ni menos que en la puerta de una perfumería (Véase en marzo: Corazón abierto) y olvidamos en menos de un segundo las diferencias que en su momento había habido.

Hace dos días, recién llegada al aeropuerto y acabando de encender mi teléfono, aún esperando mi maleta, recibí un mensaje. Mis ojos no daban crédito: era precisamente Miona preguntando que por dónde andaba, y a continuación una subsiguiente invitación para volver a compartir el BITEF. Y así he “empezado el año”, con una dosis extra de alegría por visitar cada noche un escenario y, sobre todo, por haber recuperado esa vieja amistad que en numerosas ocasiones me había repetido a mí misma que qué pena haberla dejado marchar, que quizá actuamos de forma demasiado precipitada en aquel octubre de 2005… Ahora entiendo muchas de las cosas que me dijo, de las que quiso “aleccionarme” en su momento… Ahora entiendo la mentalidad serbia, cómo piensan, qué quieren, y qué pretendía decirme. Y aunque siento en el alma haber actuado así, me alegra ver que hemos superado todas aquellas diferencias y que ha prevalecido realmente la amistad… Son las 18:15 y en breve debo salir. Nuevamente vamos al teatro. La obra de hoy, Disscussions, desde Helsinki. Discusiones es precisamente lo que no quiero que vuelva a haber entre nosotras. Ya os contaré.



* * * *



Es casi la una de la noche y acabo de llegar a casa FAS-CI-NA-DA. Ojalá todas las "Discusiones" fueran como las que he visto hoy. Una obra de "teatro visual", tal y como se autodefinen los autores: una mezcla de teatro, circo, imágen, etc. en el escenario. Un malabarismo que quita la respiración. En fin, no os cuento más. Mejor que lo veáis. Acabo de buscar en el increible y siempre sorprendente YouTube si había algún vídeo y bingo, lo encontré. Así que os dejo dos: uno que resume la performance de hoy, y otro en el que los autores explican su estilo, su arte, y lo que han querido transmitir, que no es más que una historia abierta a la intepretación.


Si con algún elemento he flipado precisamente ha sido, además de los malabares (¿cómo se pueden hacer malabares supermegahiperrápidos con un bolígrafo, una libreta y una pelota y al mismo tiempo escribir en la libreta cuando la pelota está en el aire?), con la introducción y el juego de la imagen: Tan bien integrada en la obra, tan cercana.


Todos hemos salido boquiabiertos y le hemos dado la máxima puntuación a la obra (el público vota la mejor obra presentada en el BITEF de cada año), pero mejor os dejo aquí el par de muestras para que veáis y juzguéis vosotros mismos (siento decir que se pierde mucho, que gana MUCHÍSIMO MÁS en vivo y en directo (como todo, ya lo sé)).






domingo, 9 de septiembre de 2007

Conductas

(texto escrito el jueves, 6 de septiembre de 2007)
Hacía tiempo, mucho tiempo, que no les prestaba atención alguna a los niños que me rodeaban en un determinado momento, a excepción de mi querida vecinita en Belgrado, Lena. Y ayer, no obstante, no pude evitar fijar mi atención en mis dos compañeritas de viaje Gandía-Madrid. Nuevamente me encuentro en la capi asistiendo a un curso… pa variar. Si bien el contenido no me apasiona, admito que me encantan este tipo de cursos de formación de profesores por toda la gente a la que conoces, a la que reconoces y reencuentras, y el ambiente que generan en general. Y una de las cosas que me resultan curiosas, y que justamente Irene trataba en cierto modo en su blog hace poco, es la forma de denominarnos. Todos adquirimos un nuevo “apellido” en este ambiente cervantino, el cual nos viene dado, evidentemente, por nuestro destino o ya lugar de trabajo: “Mónica, LA DE BEIRUT”. “Carlos, EL DE CASABLANCA”… Pero bueno, sin más rollo. Volvamos al tema de hoy: los niños.

Pues sí. Ayer venía en el tren y en Valencia subieron Ainoa y Nerea. Soy mala para las edades, pero calculo que podrían tener unos 7 y 4 añitos, respectivamente. Se sentaron en el asiento de atrás y me resultó imposible no seguir sus conversaciones. Estaban jugando a las muñecas. Bueno, más bien a la muñeca. Por sus palabras, imaginé que compartían una, y entre ambas se suponía que la estaban vistiendo. Me estaba imaginando el panorama de las mesillas de sus asientos, llenas de vestiditos, faldas, jerseys, bufandas, zapatos, abrigos,… de papel que se enganchaban doblando aquellos papelillos blancos que sobresalían por todos lados. Todavía no sé cómo se me ocurrió imaginarme, ya en el siglo XXI, semejante situación. No sé por qué las asocié a vestiditos de papel. Quizá la memoria de algún momento de la infancia me superó, si bien es cierto que tampoco jugué tanto con papel. La cuestión es que cuando me di la vuelta tenían una auténtica colección de ropa, zapatos y complementos de tela. Monísimos.

Pero como pasa en la mayoría de los casos en que dos hermanas están jugando relativamente tranquilas, al final la cosa se acaba fastidiando por cualquier gilipollez. Y es que hasta las peleas de los niños se me habían olvidado. Pero ayer fue curioso observar (y debe ser el defecto profesional, que todo lo analiza para bien o para mal) que siguen un patrón, un esquema, como cada acto comunicativo en la vida:

1. La colección de ropa de la muñeca debía de ser conjunta porque, ante la primera diferencia de opiniones, la mayor le pidió a la pequeña que le devolviera todas “SUS” prendas.
2. A lo que la otra respondió que ni hablar porque se las había regalado, y “Santa Rita, Rita, lo que se da, no se quita”.
3. Ante esto, la mayor se las debió de quitar a la fuerza porque la pequeña se pilló un rebote del copón.
4. Y como no, el siguiente paso era llorar y acudir llorando a la mama, que estaba en la otra parte del vagón.

Pero lo bueno de los niños es que tan pronto lloran como tan pronto se “ajuntan” otra vez :). Así que después de que la pequeña saliera disparada en busca de la madre y berrinchara un poquito, ésta le echara la bronca a la mayor, etc, etc, etc., la mayor quiso continuar sentada en el asiento de detrás de mí. Minutos le faltaron a la pequeña para volver, feliz, a ofrecerle la merienda a su hermana. ¡Qué poder de perdón y de olvido que tienen los niños! ¡Yo también quierooo!... Flipé…

El caso es que la mayor no debería de tener demasiada hambre porque le contesto a la pequeña: “No quiero”. Pero ésta insistió: “Pero mamá quiere que te lo comas”. La mayor debió de ver la solución en las excusas, ante lo que dijo: “Dile a mamá que en los trenes no se puede comer”. Y la mocosa allá que fue. Instantes más tarde, regresaba con la otra parte de noticias: “Que dice mamá que te lo comas”. “Pues dile a mamá que no, porque me van a regañar”. Y nuevamente, la misma operación: pasillo arriba y pasillo abajo. De mensajera, más feliz que el Guerra… Eso me recordó taaaaaaaanto a mi infancia, cuando yo mandaba a mi hermana a “enfrentarse” con mi madre en las situaciones “peliagudas”. Pero la muy capulla siempre empezaba con aquellas palabras que yo taaaanto odiaba: “Dice la tata que….”. Pa matarla… aunque bueno, el morro también era mío, lo reconozco. Pero visto lo visto ayer, donde nos vi tan reflejadas a mi querida hermanita y a mí, ¿será que esto de mandar a los hermanos pequeños también son conductas inevitables, naturales?

sábado, 1 de septiembre de 2007

Verano en Serbia

Ya estoy de nuevo frente a la brisa mediterránea, que lejos de traerme un final feliz de las vacaciones, creo que lo que me va a traer va a ser un catarro, puesto que desde hace un par de horas comienzo a notarme las anginas. Hace escasas horas que he vuelto a aterrizar en casa después de 10 días por tierras balcánicas. Han sido, de hecho, mis primeros 10 días de verano en aquellas tierras, que siempre he conocido sometidas a efectos otoñales, hibernales o primaverales, a lo sumo. Y sinceramente, el cambio es enorme. Como ya dije en los últimos posts de junio, la ciudad poco –o nada- tiene que ver con el Belgrado de enero o febrero. Ya no sólo por el cambio climático, sino también por el de la gente, la ciudad… Todo revive, todo se mueve, incluso el termómetro, que nos ha llegado a apurar en ciertos momentos superando los 40ºC, a lo que hemos tenido que responder con horas de relax y vaso en mano de Jelen Pivo, la cerveza nacional :)

Han sido 10 días intensos y, en consecuencia, cortos. Además de reencontrarme con bastante gente, tuve la suerte de que me viniera a visitar Irene, a quien fui a visitar a Berlín en febrero (Entradas “Berlín I” y “Berlín II"). Durante estos días, hemos tenido tiempo para hacer un poco de todo: desde contarnos lo sucedido en nuestras vidas en los últimos meses, hasta recordar nuestro primer viaje juntas a Alemania, tomar café en las terrazas del Danubio, pasearnos por las calles de Belgrado, organizar una fiesta en casa, o recorrernos la parte nordoeste de Serbia.

En concreto, a las pocas horas de llegar a Serbia, movidas por conocer algo diferente del país y huir del calor asfixiante de la ciudad, decidimos irnos a Zlatibor. Es una zona de montañas a 230 km. de Belgrado y situada justo en la parte oeste del centro de Serbia en la frontera con Bosnia. Por allí pasaba antiguamente la línea de tren que unía las dos capitales y allí cerca queda el Drina, el río que marca la frontera y que da origen al Nobel más conocido de la literatura serbia: Un puente sobre el Drina, que es el libro que me estoy leyendo en estos momentos. Así que por todas estas tonterías, además de las numerosas recomendaciones que había recibido por parte de muchos serbios, me decidí a llevar a Irene para allá. Y qué mala idea tuve. Personalmente, no me gustó nada. Resultó ser un resort turístico que entiendo que guste a los serbios, pero que para nada sería el lugar de vacaciones que yo escogería.

Zlatibor es un pequeño pueblo muy similar a cualquiera de las aldeas de los Pirineos, pero además, está destinada 100% al turista nacional, así que os podéis imaginar: restaurantes, cafeterías y atracciones para los niños por todos lados. Todos, imagino que la mayoría belgradenses, llegan hasta allí en coche, hecho que después repercutiría en nuestros planes. Nosotras habíamos llegado en autobús, después de casi 5 horas de trayecto… He aquí el autobús, para que os hagáis una idea:

Irene y el trasto en el que viajábamos

Si el autobús puede llegar a espantar a algunos, más os hubiera espantando la forma de conducir del conductor. Irene, acostumbrada al hacer de los alemanes, se ponía las manos en la cabeza y prefería perder su mirada por las ventanas de los lados. El paisaje era bonito, aunque estoy casi convencida de que en invierno lo es más. Quizá me deje caer este año para poder comparar y contrarstar. Quizá Zlatibor, a diferencia de Belgrado, gane en los meses de frío y nieve:

Paisaje de Zlatibor. Me gustó especialmente el color dorado que le daba el trigo.

Los pajares son algo muy frecuentes en el paisaje de la Serbia rural.

Otra de las razones por las que habíamos escogido Zlatibor era porque cerca de allí, a escasos 30 kilómetros, estaban Sirogojno en una dirección y Mokra Gora y el Sargan Eight, en la otra. Sirogojno es un viejo pueblo medieval típico de la zona de Zlatibor que se ha conservado y que han convertido en museo. Aquí os dejo una foto que he sacado de internet:

En Mokra Gora hay otro pueblo similar, Mecavnik, pero este no es auténtico, sino que lo mandó construir el conocido director de cine Emir Kusturica para su película “La vida es un milagro”. Cerca de allí está el Sargan Eight, un tren de comienzos del siglo XX cuyo trayecto actualmente sólo cubre 8 kilómetros que han sido reconstruidos de la línea que antiguamente cubría Belgrado-Sarajevo y que hoy en día, desgraciadamente, ya no funciona.

Las vistas, según dicen, son preciosas. Matizo “según dicen”, porque desgraciadamente no pudimos verlas. Parece que todo se conjuró para que así fuera y estuviéramos condenadas a quedarnos dos días en Zlatibor. ¿Razones?

La primera y principal es que desde Zlatibor NO HAY (increible) autobuses directos a estos lugares, que son el principal atractivo turístico de la zona. Hay que dar una vuelta TREMENDA que te lleva, como mínimo 2 horas. La mayoría de turistas que llegan a la zona lo hacen en coche y, por lo tanto, no tienen el problema que se nos presentó a nosotras. Además, en la ciudad había algunas agencias turísticas que organizaban tours pero ya tenían el cupo completo. Alquilar un coche desde Belgrado nos salía demasiado caro, dado que el alquiler de coches es carísssssssimo en Serbia. Parece mentira.

Así que vistas las opciones que nos quedaban, acordamos a la mañana siguiente levantarnos temprano, coger bicicletas y dirigirnos a Sirogojno, puesto que quedaba más cerca y se trataba del pueblo original. Además, de haber querido ir a Mokra Gora y coger el tren, teníamos que haber llegado allí antes de las 10 de la mañana porque solamente sale un tren al día (a las 10.10 de la mañana). Increible. Se nota que este país sigue, desgraciadamente, no estando preparado para el turismo. Sin embargo, Irene pasó mala noche y no se pudo levantar hasta el mediodía, así que nuestros planes quedaron reducidos a una tarde tiradas en el prado, un paseo en barca por el lago y una cena a la serbia.

Un rinconcito de Zlatibor


Lago en el centro de Zlatibor

Tarde de siesta en uno de los prados, en donde la gente, a falta de playas y esterillas, extiende sus mantas de invierno y se echa a junto al lago.

Por suerte, las cosas estuvieron más moviditas a la vuelta a Belgrado. La primera noche tuvimos fiesta en casa. Miguel, un compañero de trabajo, cumplía 26 y no tenía casa, así que me la pidió prestada para la fiesta. Lo pasamos genial, sobre todo, Irene, que encontró en Meri y Aida, las sudamericanas, las aliadas perfectas para una noche de remembering tübingueño :)

Y el resto de la semana lo pasamos paseando por Belgrado y Novi Sad. En Belgrado, pasamos el primer día por el Danubio. Comida en la terraza del Stara Koliba, un bar flotante que está situado exactamente en la desembocadura del río Sava en el Danubio (para los que no lo sepáis, son los dos ríos que atraviesan Belgrado). Y para bajar la comidita, nos dimos un laaaaaargo paseo hasta Zemun, que actualmente es un barrio de Belgrado pero que antiguamente fue ciudad independiente. Realmente era un pueblo de pescadores y perteneció al imperio austro-húngaro, lo cual todavía puede respirarse en sus calles, en su arquitectura, diferente a la del resto de Belgrado y mucho más similar a la de Novi Sad, ciudad que visitaríamos al día siguiente.

Sin embargo, antes de llegar a Zemun decidimos ir a Lido, una de las “playas” a las que los belgradenses acuden en verano. La otra, es el lago de Ada, del que ya hablé hace meses (Post de abril: Una playita en el centro de los Balcanes). Lido está situada justo en la isla que está en el Danubio y a ella se llega A TRAVÉS DE UN PUENTE MILITAR. Flipé… Se trata de un puente desmontable que jamás antes había visto. En Lido duramos poco porque los mosquitos empezaban a atacar; un par de fotos de la puesta de sol, y marcha en dirección a Zemun, fin de nuestra aventura para ese día.

Durante el atardecer, la luna vista desde el Danubio

Zemun visto desde la isla del Danubio


Y nada, la semana acabó en Novi Sad, en una ciudad a 80 kilómetros al norte de Belgrado que yo ya había visitado en un par de ocasiones y que no me había gustado. Sin embargo, esta vez me encantó. ¿La clave? El tiempo… De verla lloviendo y con frío, a verla con sol, es blanco y negro. De hecho, creo que me gustó más que Belgrado. Es mucho más próxima al norte de Europa, parte que hace unos años me atraía mucho y que últimamente ha dejado de encandilarme tanto… Sin embargo, hablar con Irene estos días ha vuelto a prender esa mecha y revivir algo que siempre ha estado en mi mente pero que parecía haberse diluido con el tiempo: que Belgrado no es el final, que el camino debe continuar, que hay mucho más más allá y hay que aprovecharlo, vivirlo…

En fin, en Novi Sad nos encontramos con un viejo amigo de Irene que había conocido en una Summer University en Polonia y nos hizo un poco de guía turístico, aunque estaba algo nervioso porque al día siguiente se iba a China para estudiar tres años y sus maletas continuaban sin estar hechas.

Lo que más me gustó de Novi Sad: las vacas de la plaza central, puestas sin más afán que ser arte, al igual que los leones que hace unos años (desconozco si siguen allí) poblaban Lyon. Tremenda colección la que tienen, para todos los gustos y colores:





Y nada, el viaje a casa fue “relativamente” tranquilito a pesar de volver con Alitalia. No me perdieron la maleta ni me dejaron tirada. El único susto que me dieron fue que al coger el segundo avión (Milán-Valencia)… ¡Sorpresaaaa! Éramos 2 personas con el mismo asiento: 25L. La chica se reía de los nervios; yo, también. Supongo que ambas temblábamos ante la idea de pensar que eran finales de agosto, que el avión iría lleno, que una corría el peligro de quedarse en tierra… Finalmente, resultó ser que el asiento me correspondía a mí que había facturado antes, pero por suerte quedaba algún asiento vacío en el avión y las dos podíamos volar… Menos mal.

Ahora estoy en Valencia y el ritmo de estos últimos días veraniegos vendrá marcados, parece ser, por mis queridas anginas, que siguen molestándome. A ver hasta cuándo…