lunes, 20 de agosto de 2007

Sigo allí

Hoy ha sido un día extraño. Me he levantado una hora más tarde de lo que había previsto anoche. Estaba convencida de que hoy llovería. Sin embargo, me he desperado precisamente por el sol que entraba por el balcón de la habitación de Dani. Estoy alojada estos días en su casa mientras está en Tailandia. Barcelona me queda tan grande sin él... Creo que me costaría demasiado adaptarme a ella sin su presencia, sin su compañía. Como suele ser habitual en mis mañanas, ducha y desayuno rápido. Después, he salido de casa de forma mecánica y me he dirigido a la estación de metro de Arc de Triomf. Todo tan extraño y tan familiar al mismo tiempo. Me siento como forastera en esta ciudad que ya no es mía, y al mismo tiempo siento que jamás me he marchado de aquí. No puedo evitar pensar, aun siendo consciente de que ya no es así, que soy aquella Àngels de tiempos universitarios. Sentimiento que supongo que se ha prolongado a lo largo del día porque hoy me he dedicado a la visita de bibliotecas; la memoria del máster no puede esperar más. Fecha límite para comenzar: septiembre.

Al entrar en el metro, primera cosa extraña, diferente: no hay gente, a diferencia de aquellos días de invierno que yo recuerdo en que el metro estaba abarrotado por las mañanas. La segunda, el aire acondicionado no está a tope, con lo cual se está bien, hecho que también contrasta con las temperaturas habituales del metro, que son siempre extremadamente contrarias a las que suele haber en la calle. La tercera cosa sorprendente: nadie, absolutamente NADIE, lee en el metro; sólo yo. Definitivamente, los barceloneses han dejado la ciudad y han dejado paso a los turistas en estos días de agosto. Bajo de la línea roja, sin agobios, sin empujones, y me dispongo a coger la verde. La tomo hasta casi el final. Bajo en Mundet. Mi último año acá subí cada maldito sábado por la mañana hasta esta parte de la ciudad para hacer el CAP. ¡Qué horror! Menos mal que en aquella aventura me acompañaba Gerard y nos moríamos de la risa comentando las jugadas de la noche anterior, nuestros planes,… por aquel entonces ambos pensábamos en cómo ingeniárnoslas para trabajar en el Cervantes. Hoy en día, yo estoy en Belgrado y él en Salvador, pero ambos en el Cervantes… La vida. Hoy, a diferencia de aquellos sábados de vagones abarrotados, de estudiantes sonámbulos, tampoco había nadie. Solitaria he llegado a la biblioteca; vacías estaban las salas.

Ya caída la tarde, he deshecho mis pasos por la línea verde para bajar hasta Drassanes. Incontables también las veces que bajé aquí. Incontables las mañanas que crucé las Ramblas y me adentré en la plazoleta donde estaba la puerta de acceso a la universidad. Incontables las horas que nos echamos en la biblioteca entre estudios y risas, como aquellas dos tardes en que nos llegaron a echar porque no podíamos contenernos… Incontables las fotocopias que he terminado haciendo hoy en aquel cuartucho asifixiante de mala muerte. Y para colmo, se me agotó la tarjeta, las monedas y tuve que salir a comprar una botella de agua para poder recargarla.

Sin embargo, el paseo fue agradable. Corto, pero bonito. Rambla arriba, avisté el Arco del Teatro a la izquierda e inmediatamente, Elvira ocupó mi mente. Cuántas veces me contó que de niña, recién mudada a Barcelona, había vivido en un pequeño piso a la entrada de aquella callejuela… A la derecha de la Rambla, callejones estrechos llenos de guiris, guiris y más guiris. Sin embargo, entre tanto ir y venir de gente diferente, diviso a alguien conocido: el indio de la tienda de la esquina al que cada mañana vi subir la persiana del negocio. Sigue allí, vendiendo camisetas y souvenirs tras su mostrador. También divisé a la chica de la farmacia de al lado… Y los artistas de la zona de abajo; ni siquiera sus cuadros, sus colores, su estilo, han cambiado… Mucho sigue igual en esta ciudad en constante movimiento… Y es en momentos como estos cuando sigo pensando que pertenezco a esta ciudad. Que no me he ido y que difícilmente conseguiré irme algún día.

La vuelta a casa ha sido Rambla arriba nuevamente. No lo he podido evitar a pesar de la densidad guirufa que ocupa la zona en estos días. No obstante, me he desviado pronto: he cogido la callejuela de Santa María del Pi… A cada rincón, un recuerdo. Un café con alguien, una conversación con otro, un regalo, unas compras,... Portal del Angel, Catalunya, Ausias March y casa, donde he descargado el material y he llenado el estómago, sin materia desde primeras horas de la mañana. Escasos minutos más tarde, sobre las 7:30 he salido en dirección a Arc de Trionf porque allí me encontraba con Helena, mi compañera de residencia en Lisboa. ¡Qué alegría y qué sensación tan extraña al mismo tiempo! Hoy hemos cambiado Bairro Alto por Ciutat Vella, concretamente, Sant Pere en dirección Vía Laietana. Durante el paseo, hemos pasado por Francesa Bonnemaison… ¡Qué tardes de tertulias, de traducción! Ésas son las cosas que echo de menos de Barcelona. Todas aquellas actividades culturales que soñé que algún día tendría tiempo y dinero para hacer y que, de momento, quedan en eso: en un sueño que sueño cumplir algún día.

Al caer la noche, y después de 2 horas de cañas y aceitunas, he regresado a casa por unas calles de aspecto casi fantasmal. Apenas si hay coches; por las acercas, sólo me acompañan personas mayores que pasean junto a su empleada sudamericana; otros, junto a sus perros; otros, solos, o en pareja, o con algún amigo… A pesar de que la noche es agradable, decido entrar en casa. Cierro la maleta y me propongo ir a dormir. El despertador va a sonar cuando aún el sol no haya salido. Objetivo: Belgrado :)

domingo, 19 de agosto de 2007

El poder de la fotografía

Ayer andaba leyendo El País cuando de repente me encontré este curioso artículo. A continuación reproduzco una parte:

“La fotografía puede ser el espejo del alma. Un estudio basado en 13.000 imágenes tomadas por ciudadanos de varios países europeos, trata de explicar los rasgos principales de estas naciones y España destaca por ser un país con estilo, innovador y preocupado por los

Se trata de un trabajo de Canon Europa, que indica que los españoles tienen la tendencia a pensar que, incluso en los mejores momentos, algo malo puede ocurrir. A pesar de este pesimismo "natural", España se muestra optimista y segura de cara al exterior, según el informe realizado en el marco de la campaña We speak image.

En las fotografías analizadas, tomadas por ciudadanos españoles anónimos, predominan las personas por encima de los paisajes o de los objetos, y en ellas los detalles cobran protagonismo. Las imágenes que retratan al país no suelen contener colores llamativos, lo cual refleja un tono sombrío que no se encuentra en otros países del sur de Europa, considerados en general más cálidos.

[…] Las conclusiones generales del informe psicológico hecho por la empresa a partir de las instantáneas desvelan que los habitantes de los países analizados (Francia, Portugal, Dinamarca, Italia, Hungría, Polonia, Rusia, España, Reino Unido, entre otros 17) desean volver a la vida tradicional y rural, y aprecian el medio ambiente por encima de la vida urbana y tecnológica de los tiempos modernos”.

En él hubo dos datos que llamaron especialmente mi atención: En primer lugar, ese “pesimismo natural” de los españoles. Me guste o no, soy consciente de que a menudo soy pesimista por naturaleza. A veces, incluso más de lo que quisiera. No obstante, vivo con la esperanza de que esa forma de ser todavía no esté incrustada en mi personalidad y la pueda reeducar :)
Sin embargo, lo que quería hoy destacar de este artículo es el hecho de que si le pidiéramos a un español que se definiera a él mismo y a su pueblo, en contraposición con otros, creo que lo haría siempre en términos muy positivos. Algo así como “alegre, que sabe vivir y disfrutar de la vida, contento, siempre dispuesto a la fiesta”... Y sin embargo, la fotografía desvela (Canon, claro está. Desconozco cuál pueda ser la fiabilidad de este estudio) que en realidad se trata de un pueblo con tendencia al pesimismo. Curioso.

El otro aspecto que me sorprende es la conclusión: “Los habitantes de los países analizados (que se suponen avanzados) desean volver a la vida tradicional y rural” y valoran la naturaleza en contra de lo urbano y tecnológico.
Hace escasamente un mes, cuando estuve en Portugal, compartí una noche mesa con una chica turca y estuvimos hablando precisamente de eso. De cómo países como los que ahora empiezan a florecer, a poder “pertener a ese occidente que ellos tanto admiran”, persiguen lo tecnológico, lo urbano, como signo de progreso. Contaba que las mujeres turcas admiran a las europeas y prefieren el trabajo a quedarse en casa con la familia. Y sin embargo, en los países más desarrollados de Europa, como puedan ser Escandinavia, Alemania,... la sociedad en general se ha dado cuenta de que ese ritmo de vida que hasta ahora tanto han anhelado les resta momentos de disfrute y relax incomparables, solos o en familia, en el campo o en la ciudad.

En los últimos tiempos me he encontrado a varias personas que lo dejaron todo y se retiraron a una vida que no les daba tanta riqueza pecuniaria, pero que les ha hecho ganar (y mucho) en calidad de vida, en el trato con la gente, con la familia, en las relaciones personales y consigo mismos. Lo tenían “todo”, y lo dejaron. Y lo más curioso: nadie se arrepiente de su decisión y todos aseguran vivir ahora con menos cosas materiales, pero mucho más felices. Sinceramente, los admiro, y en el futuro espero ser tan valiente como ellos si veo que este que ahora sigo no es mi camino.

Demomento, no obstante, espero poder combinar tanto lo urbano con lo rural, lo tecnológico con lo medioambiental. Creo que esa mezcla no es imposible de combinar y tampoco tiene por qué ser mala. Eso sí, me parece que va a tener que ser con un toque de pesimismo español en los momentos de mayor colapso ;-).

Para empezar, voy a ver si intento dormir, aunque lo veo un poco difícil. Esta noche tenemos disco-móvil con música tecno del grado más duro a 100 metros de casa… Ojalá que el sueño hoy no me traicione :)

jueves, 16 de agosto de 2007

Noches de fuego

Quince minutos de luz, pólvora, ruido y una realidad que retumba. Ese ha sido el punto y final a una semana de fiestas que no he vivido con la intensidad del 2000, pero que en realidad he disfrutado mucho más de lo que pensaba hace 15 días. Debe ser ese cambio de actitud con el que he decidido tomarme mis venidas a Verger, con el intento de no demonizar esta tierra, estas gentes, y convencerme de que también de ellos puedo y debo sacar cosas buenas.

Pero bueno, de lo que pretendía hablar esta noche es del hecho de que a los valencianos nos apasione tanto el fuego y la polvora, cuya razón desconozco. Los que mejor me conocen bien saben que mucho no encajo en el perfil de valenciana; y sin embargo, cada 16 de agosto que ando por estas tierras me encanta subirme al balcón y disfrutar de ese estruendo, de ese paisaje ardiente en plena oscuridad, del fuego y del olor.

Conmigo comparten ese gusto y esos momentos cientos de personas que se apresuran calle abajo para no llegar tarde a la cita anual del castillo de fuegos. Dos cohetes secos que recorren medio firmamento y que irrumpen en el abismo nocturno indican que el espectáculo está a punto de comenzar. La gente sigue llegando; continúan calle abajo intentando encontrar un lugar donde contemplar el espectáculo. A los 5 minutos estalla el tercero de los cohetes, el cual indica el principio inmediato del fin de las fiestas.

Minutos de silencio, de observación, de emoción (hoy se me han puesto los pelos de punta al final) al ver esas palmeras de fuego iluminando el cielo. Ese cielo teñido de color, de estruendo, de ilusión. Y todo acaba con aplausos y un lento desfilar cabizbajo, reflejo de la toma de conciencia de que ese ritmo frenético de fiesta de los últimos diez días ha llegado definitivamente a su fin.

¿Por qué nos gustarán tanto los castillos de fuegos artificiales? ¿Por qué forman siempre una parte tan importante de nuestras fiestas? Curioso fenómeno… Me pregunto si también lo son en otras partes de España, incluso en el extranjero. Es algo que hasta ahora no me había preguntado.

La cuestión es que esta semana también acudí por primera vez a otra cita con el fuego y la polvora, y me encantó: el Correfocs. Una noche de fuego, de calles oscuras e invadidas por demonios, únicamente iluminadas por el calor de los infiernos y el ritmo frenético de timbales y dolçainas. Un espectáculo increible.


Curiosamente acabo de descubrir que se trata de una fiesta muy popular en Cataluña, y cuyos orígenes datan de la Edad Media. Y yo que pensaba que era una invención valenciana reciente, ya que por aquí (o por lo menos en Verger y los pueblos de alrededor) hace relativamente pocos años que se celebra. A los que queráis saber más aquí os dejo un vínculo de los “Bailes de Diablos”, que es la entrada más similar que he encontrado en la wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Ball_de_diables.

Tiembla Perú

Esta mañana se me han puesto los pelos de punta cuando he visitado como de costumbre la web de El País: 330 muertos y 1.000 heridos en un terremoto en Perú (cifra que, desgraciadamente, ha ido en aumento a lo largo del día y probablemente lo hará en las próximas horas).

Admitamos que, por desgracia, estamos acostumbrados a noticias malas que ya casi casi ni nos impactan, ni les prestamos atención, a no ser que nos toquen muy de cerca... De eso me daría especialmente cuenta años más tarde, sobre todo a partir de las Guerras de los Balcanes y de los bombardeos de la OTAN del 99 de los que yo prácticamente ni me enteré en su momento y de lo que ahora tanto me arrepiento...

La cuestión es que esta mañana la noticia no me ha dejado indiferente. Más bien, el impacto que me ha producido ha sido brutal. Inevitablemente, Perú está muy dentro de mí y se me han puesto los pelos de punta pensando que podía haber conocidos atrapados entre esos escombros. He llamado varias veces pero las líneas telefónicas están fuera de servicio temporalmente por avería. Aún sabiendo que no lo van a leer pronto, una manda e-mails preguntando cómo se encuentran, que desea obtener una respuesta pronto. Me gustaría saber que están bien. Dicen que en Lima sólo ha habido 2 fallecidos, pero aún así... Es como que una, aunque tiene la confianza de que están bien, necesita confirmarlo... Y de pensar que de no ser por los desorbitados precios Barcelona-Lima Dani y yo estaríamos a estas horas en tierras limeñas de acuerdo con los planes que hicimos en enero... ¡Qué cosas!...

A lo largo del día he visitado la página web de El Comercio y he visto vídeos de la brutal sacudida de 2 minutos de duración y 7,7 grados en la escala Richter. Impresionante... El 70% de la ciudad de Pisco ha quedado TOTALMENTE destruida, e incluso se vino abajo una iglesia que estaba llena de fieles a esas horas celebrando una misa de difuntos. La vida resulta taaaan irónica en ocasiones...

En fin... sólo deseo que no haya más réplicas y que a pesar del caos y del desastre todo vaya volviendo a la normalidad poco a poco.

jueves, 9 de agosto de 2007

Rincones del planeta

Parece como si todos se hubieran puesto de acuerdo y ni siquiera se conocen. En menos de 48 horas, 5 amigos habéis partido en diferentes vuelos a diferentes rincones del planeta. Y para qué mentir: me hubiera metido en el avión con cada uno de vosotros, casi casi importarme el destino, puesto que todos me atraen.

Dani debe estar en estos momentos atravesando Asia en dirección a Tailandia. Él y Marc piensan recorrerse el país entero en tres semanas y me hubiera encantado compartir la experiencia con ellos. Desde que viajé a la India, me di cuenta de que estos países son superapasionantes, si bien es cierto que creo que necesitas ir preparado mental y físicamente. Además, llevaría compañía masculina, que tanto eché de menos cuando estuve en la India, lo cual me permetiría actuar más libremente y sin miedo. Justo ayer salió en El País un artículo que hablaba sobre Gandhi y que comentaba las contradicciones de este país: es la democracia más grande del mundo y está presidida desde hace pocos días por una mujer, Rashtrapati Bhawan. Sin embargo, y citando literalmente al rotativo, "En este país la discriminación de la mujer es cosa de cada día".

Sin embargo, si a alguien me recuerda la India en estos momentos es a Alfonso. También se marchó anteayer y hoy he podido leer sus primeras impresiones del país. ¡Tan parecidas a las que tuve! Me parece que gracias a sus comentarios este verano podré viajar en la distancia. Hoy contaba su primer contacto con el país a la salida del aeropuerto: el tráfico caótico, el choque con una realidad que sorprende y cuesta entender al mismo tiempo, el idioma, la cantidad de gente que hay en las calles y, sobre todo, la que duerme mediodesnuda por cualquier rincón de la ciudad; la impresión que tuvo al llegar al "hotel", la cuestión de si tomar o no el agua que te sirven, comer sin lavarse las manos previamente... Y un sinfín de paranoias más que te sacuden el cerebro en esos primeros días de viaje, pero que van difuminándose conforme uno se acostumbra a aquella realidad. Una realidad diferente, atractiva, pero también agotadora en ciertos momentos, puesto que momentos hubo en que mi mente se sentía incapaz de poder absorber más; necesitaba cierto orden europeo...

Otra de las afortunadas ha sido Salomé, mi querida compañera de trabajo. Ayer se montó en un boeing destino Sydney. ¡Qué envidia! :))) Ya cuando estaba en la universidad tuve la oportunidad de ir, pero no me atreví por no pedir más dinero de la cuenta en casa. Las afortunadas vinieron contando maravillas, de lo bien que se vivía en la país, de lo fascinante que era la gente, el paisaje, las playas, del ritmo de vida, de lo guapetones que eran los hombres... También Medín o Adela alucinaron cuando fueron y entre todos han contribuido a aumentarme el gusanillo... A ver si ahora con la excusa de que se está abriendo el Cervantes por aquellos lares me dejo caer para convencerme de que podría ser un buen destino :))

Otro de los destinos que también me atrae y para el cual también podría servirme de las redes cervantinas sería Brasil, para donde hoy ha partido Iván, con quien he compartido horas interminables de estudio cervantino durante el pasado mes de julio. ¡Cuánto papel hemos compartido y, sobre todo, cuanto minuto telefónico! Jejejeje... ahora me río, pero qué angustia... Fue él precisamente el que me dio la buena nueva, el que me llamó para decirme que los dos teníamos la plaza. Recuerdo que aquella tarde estaba en Lisboa metida en un tranvía de Bélem a Cais de Sodré. Iba durmiéndome, puesto que estaba agotada. No podía aguantar el sueño, pero la llamada fue mágica: lo que no conseguí fue conciliar el sueño aquella noche :) Él se va para Curitiba, al sur del país y a unos 100 km de la playa. Esta ciudad era mi segundo destino en Brasil por detrás de Salvador de Bahía, donde está viviendo Gerard desde hace dos años. Otro que está encantado con Brasil y que no vuelve ni de broma. Será cuestión de ir a verlos, aunque sea con el peligro de también quedarme yo atrapada por aquellas tierras y aquella gente.

Y un poquito más al oeste, a tierras venezolanas, se iba hoy Raquel, la amiga que me animó a ir para Lisboa. Es uno de esos países que hasta hace años no me atraía, pero que después descubrí gracias a las largas conversaciones que mantuve mi último verano en Tübingen con Geraldine y Carlos, venezolano exiliado y apasionado de su tierra. Recuerdo que por aquel entonces Dani y yo estuvimos barajando la posibilidad de un Venezuela-Perú que al final quedó en nada por las circunstancias económicas del momento. Algún día tocará Hispanoamérica... Le tengo taaaantas ganas a Perú. Y también a Argentina, México,... y como no, a Colombia. Aunque esa me la reservo para la boda de nuestra Julita, a modo de reencuentro tübingueño... Curiosamente, en los últimos dos meses comienza a aparecer en mi vida un país diminuto que hasta ahora ni fú ni fá, pero del que me han empezado a hablar varias personas conectadas a él de un modo u otro: Nicaragua. A ver si uno de estos días busco un poco de información, porque mi ignorancia es supina cuanto nos referimos a este tipo de países.

Aishhh... cuánto viaje, cuánto sueño. Sueños que espero que algún día se cumplan de verdad. De momento, tendré que conformarme con dos opciones. La primera, es moverme por aquí cerquita. En este agosto, lo más lejos ha sido Barcelona, donde estuve con mi madre el otro día. Paseamos por la zona en la que viví mis años de universidad, por la Barceloneta y el Born; por el Barrio Gótico, por algunos callejones del Raval; por Plaça Universitat... y pisamos escasos metros de Las Ramblas, que me encantan pero que detesto en momentos veraniegos en que más que Barcelona aquello parece Guirilandia.

Curiosamente, aquel mini-viaje me recordó a mis días en la India. Fue precisamente en la Catedral. Eran las 4 de la tarde. Nuestro propósito era visitar una de las capillas durante escasos minutos. Al acercarnos para entrar, el guardia, muy serio, nos dijo: "5 euros cada una". Perpleja, intenté reaccionar y mosqueada le dije: "Queremos entrar unos minutos para visitar tal capilla. No queremos visitar la catedral", a lo que me respondió un tanto borde: "Es horario de visitas. Si no quiere pagar, espérese hasta las 5.15". Nos era imposible. Teníamos un tren que salía de Sants a las 18h y no nos íbamos a arriesgar. La insistencia no sirvió de nada. Si queríamos entrar, había que pagar. Al final, soltamos el dinero, aunque yo, personalmente, de mala gana. Sin embargo, lo peor no llegó hasta segundos más tarde, cuando el guardia, más borde todavía y viendo mis morros me soltó: "Y usted, señorita, tiene que cubrirse. Así no puede entrar". Si ante el precio me había quedado sorprendida, tal comentarío me dejaba de piedra. Cierto es que llevaba una camiseta de tirantes, pero no esperaba ya un comentario así en pleno siglo XXI, cuando las épocas más instransigentes del catolicismo creía que parecían estar ya superadas en este país. Y sobre todo, cuando ya la iglesia ha hecho tanto negocio con el dinero que son los primeros que me parecen dudosos en cuanto a sus creencias. Aluciné.

En toda mi vida, solamente un musulmán enfadado me pidió que me cubriera (llevaba camiseta de manga corta) con un pañuelo, y no precisamente la cabeza, sino los brazos. Fue en la Gran Mezquita de Nueva Delhi, en la Jama Masjid. Fue el sitio religioso en el que peor me habían tratado hasta ahora por su falta de respeto a los que no pertenecían a su religión, por su falta de tacto al hablar ante quien quizá desconozca sus reglas, pero sienta curiosidad por su cultura. De ahí, mi miedo cuando visité Estambul o Sarajevo, en donde bien al contrario fueron amabilísimos conmigo. Es más, incluso en Estambul el encargado de la mezquita de Ortaköy (una de las mezquitas más bonitas que jamás he visto) nos invitó a 3 MUJERES a visitar la zona de los hombres durante la hora de la oración. Fue precioso.

No sé, siempre que he visitado un templo he intentado ser lo más respetuosa posible. Cuando he visitado una mezquita, un templo sikh, budista,... siempre me he descalzado y me he cubierto la cabeza cuando ha sido necesario. He seguido cada uno de sus rituales. No me ha importado jamás. Pero me repateó tremendamente el comentario de tal señor, con tanta mala leche. Y sobre todo, lo que más me repateó fue que, cubierta con un pañuelo que me prestó mi madre, descubrí a cientos de turistas extranjeras en plena catedral tan "despelotadas" como yo. Incluso más, porque iban de pantalón corto. Yo, por lo menos, llevaba mis vaqueros si es que el respeto se mide en centrímetros de ropa. Desde luego, hay cada extremista por ahí… Y después, nos quejamos de los musulmanes. Míremonos antes en el espejo, señores, y después, critiquemos.

Yo "despelotada" en los tejados de la Catedral. Ya que habíamos pagado 5 euros, había que aprovechar la visita y nos encontramos con que han habilitado un ascensor para subir hasta las agujas. Al fondo a la derecha, Colón.


En cuanto a la segunda opción que tengo para viajar este verano, me quedan vuestros blogs, e-mails, postales, y el canal "Viajar", al que mi madre y yo nos hemos abonado cada medio día a las 4. Faltan escasos minutos. Hoy nos presentan las "20 mejores islas" y después otro documental sobre Japón. Más tarde, os cuento.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Un agosto un tanto extraño

Hace días que no escribo. La inspiración me tiene abandonada y en estos momentos en realidad el que me puede es el aburrimiento. Hace días que vivo en una relajación absoluta, servida como en los mejores hoteles, sin queja alguna. Durante muchos momentos de este duro año he deseado y soñado momentos como este. Pero también es verdad que tanta tranquilidad, tanta evasión del mundo, me supera en ciertos momentos. Creo que no estoy echa para vivir mucho tiempo en contextos como estos. Por lo menos, de momento.

A veces intento buscar actividades diferentes, pero supongo que es el llevar fuera tantos años lo que me ha atrofiado esa parte de la memoria que me debería permitir recordar a qué lugares solía ir para divertirme, para pasar las tardes de verano, qué cosas me interesaban de estos lares... Si por las mañanas recurro a paseos por la playa y a leer el periódico, por las tardes me refugio en las páginas del clásico moderno de la literatura japonesa (Tòquio blues) y en algún café con amigas o con mi madre, en escapadas a Dénia, en cenas en familia, en o algún concierto... Estos días reviso a menudo La guía cultural de la Marina o las páginas de turismo de los pueblos del alrededor. En general, fiestas populares y algún que otro concierto que no está mal. Como el de anoche, en Xàbia: Jazztribe, un sexteto neoyorquino que me gustó bastante, sobre todo, su saxofonista. Tocaba, tocaba y tocaba, emocionado. Seguía tocando, y mientras me pregunté una y otra vez cuándo respiraba aquel señor, que no era precisamente joven, pero que debía tener unos pulmones de bebé. ¡Qué barbaridad! ¡Qué resistencia! ¡Qué senectud tan bien llevada! Se notaba que vivía para el saxo; que éste le daba la vida. La cuestión es que lo que más me alegró a mí de la noche no fue descubrir aquel saxofonista, sino ir acompañada de mis padres. Hacía años que no asistíamos juntos a un evento semejante, y la verdad es que me sorprendió y me lo disfruté.

Es posible que sea el ritmo de vida de Belgrado (donde es más que obvio salir los fines de semana, aunque no resulta para nada extraño tener también plan el lunes, el martes, el miércoles y el jueves), el que me haya acostumbrado a salir en muchas ocasiones, bien a tomar una cerveza, a dar un paseo, a charlar, a un concierto... Pero vivir aquí implica un ritmo de vida muy diferente. A la mayoría de mis amigos del pueblo les resultaría extraño que un día como hoy los llamara para proponerles que fuéramos a tomar una cerveza. Y a mí se me hace extraño estar en casa, acostarme antes de las 12 de la noche. En ese aspecto, no echo para nada de menos mi vida en lo que mi padre denomina "la millor terreta del món", palabras que tienen algo de cierto, pero que también son más que discutibles.

A todos estos factores personales hay que añadir la climatología que está acomapañando. Hace ya veranos que los escasos días que me dejo ver por este rincón mediterráneo suelen abundar los nubarrones en el cielo. Parece ser que el sol se resiste a mostrárseme y a achicharrar, que era a lo que yo creía que venía y que en el fondo es lo que me hace sentir que es verano. Ese ambiente cálido que echo de menos me hace recordar aquellos años en los que julio y agosto los pasaba en la casita de la playa con mi abuela, aquellos años en que después de comer el calor era agotador y jugábamos a cabañas debajo de la mesa del comedor o dormíamos la siesta echadas en el suelo. Más tarde, cuando los "mayores" creían que ya eran horas prudenciales de salir a la calle, los pasos eran los mismos casi cada día: toalla en mano, cubo, rastrillo, paleta, y a la playa hasta que cayera el sol. Entonces, ducha y cena. Y por la noche, travesuras en el barrio con las bicicletas o a pie. ¡Qué tiempos!

Esta tarde, en un afán por salir de casa y respirar ese olor a salitre que después echo de menos, he ido a la playa para dar un paseo y no he encontrado más que un arenal desierto. No había absolutamente nadie. Sólo he encontrado un mar revuelto y una tormenta que se aproximaba por levante. Más que un día de principios de agosto, parecía un día de comienzos de septiembre de unos años atrás, cuando las primeras gotas de lluvía que inundaban el ambiente de aquel olor de tierra mojada, que nunca soporté, indicaban que las vacaciones estaban a punto de llegar a su fin y el colegio, a la vuelta de la esquina. Esta tarde, como en aquellos días pasados de septiembre, me he tenido que retirar a los diez minutos a causa de la lluvia, que ha empezado suave pero amenazaba con fuerza. Como el sueño que poco a poco me invade. Bona nit.