jueves, 1 de marzo de 2007

Corazón abierto

Hay días en que ves la vida a través de la lupa del optimismo y que cualquier acción, detalle, adjetivo normalmente insignificante llevan añadida una pizca de amabilidad. Y hoy ha sido uno de esos días. Afortunadamente. Primero, el día ha amanecido soleado y caluroso. Matizo "soleado" porque el color habitual en el invierno belgradense suele ser el gris y la temperatura en febrero-marzo pocos días roza los cero o, peor aun, los supera. Sin embargo, este invierno está siendo una excepción. Hoy, tras días de lluvia y Košava, un viento fácilmente reconocible en Belgrado por hacer bajar las temperaturas de manera considerable, el termómetro ha vuelto a marcar 15. De hecho, es lo que acabo de ver en el reloj digital de la plaza a las 23 de la noche, justo cuando regresaba a casa después de tomar una cañita con los estudiantes.

La segunda cosa con la que me ha sorprendido el día ha sido con la amabilidad de la dependienta del supermercado que han renovado a la vuelta de la esquina. No es que los serbios sean antipáticos; como extranjera, debo reconocer que me siento bastante "mimada" por gran parte de la población, si bien es cierto que bordes encuentras en todas partes, y en las cajas y en los puestos burocráticos en este país también hay muchos. Pero la amabilidad de esa señora hoy me desbordó. Se desvivía por ayudarme, por acompañarme a cada rincón del supermercado para que lo conociese, ya que ha detectado con facilidad que era extranjera al ir a pesar la fruta y la verdura, que ha sido la primera parada que he hecho. Ya en la cola, me ha vuelto a reconocer y, pese a que he insistido en que me podía decir el precio en serbio, ha preferido tardar un montón mientras recuperaba de su ya atrofiado inglés la manera de leer cifras mayores que mil. Todo un gesto :)

Pero si algo me ha emocionado ha sido, cuando menos lo esperaba, reencontrarme con una vieja amiga a la que hacía prácticamente año y medio que no veía. Desde mi llegada a Belgrado, en septiembre de 2005. Por motivos que ahora no vienen al caso, dejamos de hablarnos, de tener contacto,... nos olvidamos, aun sabiendo que vivíamos en la misma ciudad, que nuestros caminos cada día se cruzaban cerca. No ha sido hasta hoy, en la puerta de una perfumería, cuando nos hemos vuelto a reencontrar. Lo bonito ha sido que, en un solo mirar de ojos, que nos ha llevado a la sorpresa, a creer que no podíamos creer lo que estábamos viendo, hemos dejado las diferencias y nos hemos fundido en un fuerte abrazo, casi sin mediar palabra, sólo risas llenas de mucho cariño y una sinceridad que ya jamás creía posible. Casi sin poderlo controlar, se me ha abierto el corazón, desbordado por la alegría.

Y es que a veces, cuando crees que la amistad ha muerto, que el tiempo la ha asesinado, te das cuenta de que sigue existiendo.

2 comentarios:

Iggena dijo...

Nena, me n'alegro moltísim....aquests dies de sol i calor que fan que s'escalfin els cors haurien de passar més sovint a les ciutats on vivim tu i jo.
Ich freue mich schon soooo viel auf den Sommer!!

Un petó enorme

mmelekk dijo...

Hola guapetona:

i tant... tot i que, en general, no em puc queixar de l'hivern que estem tenint: de moment, força bones temperatures i bastant sol. Tanmateix, sempre és poc per una mediterrània com jo.

Gracietes per inaugurar la sessió de comentaris... sembla que la gent té vergonya a fer-ne... m'ha fet molta, molta il·lu.

Un petonàs i a gaudir Berlín, senyoreta afortunada ;-)