Hoy, como es propio del invierno, el bosque lo invadían las ramas desnudas de los árboles y el sol anaranjado, a poco tiempo de ponerse, lo atravesaba sin dificultad. Es una lástima que no tenga fotos del camino, porque fue precioso, pero la conducción de Nikola me lo impidió: parecía que íbamos haciendo rally por caminos de montaña. Al final hemos llegado a nuestro sitio: una cabañita de madera perdida en medio del bosque y desde la que se ve Belgrado. Aunque está bastante escondido, me han explicado que este lugar es conocido y en verano son frecuentes los conciertos de jazz al aire libre en un curioso anfiteatro. Y si no, juzgadlo vosotros mismos:
Un pequeño escenario rodeado de troncos... lo que no sé es si era un "minibosque" que han talado o los han dispuesto así especialmente para el anfiteatro... Más bien me decanto por esta segunda opción, aunque nunca se sabe. Si este verano me quedo al final julio y agosto en tierras balcánicas, la verdad es que no estaría nada mal ir a escuchar algún conciertillo de jazz rodeados de naturaleza mientras, al fondo, reluce Belgrado. Y en la cabañita, hemos degustado unos platos enormes de comida: yo, filete de cerdo a la brasa, acompañado con patatas y ensalada.
La verdad es que para el tremendo filete que me han servido, estaba muy tierno y delicioso. Vamos, que ha sobrado poco, porque además eran las 4.30 de la tarde y no había probado bocado desde las 7.30. Pero de los horarios serbios y la organización de las comidas ya hablaré uno de estos días, pues se organizan un tanto diferente a nosotros. Y aunque es cierto que el año pasado me costó mucho adaptarme a esto, este año, casi de forma inconsciente, mi cuerpo y yo nos regimos por su forma de entender la vida y sus horarios... Si hay que ver, al final una se va a volver serbia...
Al final, la comida ha terminado a las 7 menos 5. Pensábamos estar de vuelta a las 6, pero nos hemos puesto a hablar, hablar, hablar, hablar... ya poco a poco van lanzándose a hablar en español (comenzaron a estudiarlo en octubre y Nikola está que no se lo cree de la emoción de ver que ya habla conmigo en español) y he llegado corrrrrrrrrrrrrrrrriendo al Cervantes a las 6:55, 5 minutos antes de una sesión de gastronomía española con otro grupo... Vaya día de comilonas :)
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