lunes, 5 de marzo de 2007

Košutnjak

Como viene siendo costumbre desde enero, los lunes o los miércoles, después de la clase de 12 a 3, salgo a comer con un grupo de estudiantes con el que, además, suelo hacer bastantes otras actividades (cine, conciertos, etc.) Hay uno de ellos, Nikola, que es amante de la buena comida y de lugares que normalmente me suelen gustar mucho: sencillos, pero con encanto. Hacía ya días que insistía en que quería llevarme a un sitio a comer, pero necesitábamos más de 3 horas. Y hoy ha sido ese día. El destino: Košutnjak, uno de los bosques más bonitos al sur de Belgrado desde el que se puede ver parte del perfil de la ciudad. Belgrado es una ciudad de dos millones, pero su extensión es enorme, y es que está construida a la baja, con montañas y bosques de por medio; y allá donde creemos que termina, comienzan a crecer nuevos barrios, nuevos bloques o casas bajas, nuevas tiendas y locales, aparecen líneas de autobús y gente, gente y más gente. Pero la zona de Košutnjak es especialmente bonita.

Hoy, como es propio del invierno, el bosque lo invadían las ramas desnudas de los árboles y el sol anaranjado, a poco tiempo de ponerse, lo atravesaba sin dificultad. Es una lástima que no tenga fotos del camino, porque fue precioso, pero la conducción de Nikola me lo impidió: parecía que íbamos haciendo rally por caminos de montaña. Al final hemos llegado a nuestro sitio: una cabañita de madera perdida en medio del bosque y desde la que se ve Belgrado. Aunque está bastante escondido, me han explicado que este lugar es conocido y en verano son frecuentes los conciertos de jazz al aire libre en un curioso anfiteatro. Y si no, juzgadlo vosotros mismos:


Un pequeño escenario rodeado de troncos... lo que no sé es si era un "minibosque" que han talado o los han dispuesto así especialmente para el anfiteatro... Más bien me decanto por esta segunda opción, aunque nunca se sabe. Si este verano me quedo al final julio y agosto en tierras balcánicas, la verdad es que no estaría nada mal ir a escuchar algún conciertillo de jazz rodeados de naturaleza mientras, al fondo, reluce Belgrado. Y en la cabañita, hemos degustado unos platos enormes de comida: yo, filete de cerdo a la brasa, acompañado con patatas y ensalada.



La verdad es que para el tremendo filete que me han servido, estaba muy tierno y delicioso. Vamos, que ha sobrado poco, porque además eran las 4.30 de la tarde y no había probado bocado desde las 7.30. Pero de los horarios serbios y la organización de las comidas ya hablaré uno de estos días, pues se organizan un tanto diferente a nosotros. Y aunque es cierto que el año pasado me costó mucho adaptarme a esto, este año, casi de forma inconsciente, mi cuerpo y yo nos regimos por su forma de entender la vida y sus horarios... Si hay que ver, al final una se va a volver serbia...



Al final, la comida ha terminado a las 7 menos 5. Pensábamos estar de vuelta a las 6, pero nos hemos puesto a hablar, hablar, hablar, hablar... ya poco a poco van lanzándose a hablar en español (comenzaron a estudiarlo en octubre y Nikola está que no se lo cree de la emoción de ver que ya habla conmigo en español) y he llegado corrrrrrrrrrrrrrrrriendo al Cervantes a las 6:55, 5 minutos antes de una sesión de gastronomía española con otro grupo... Vaya día de comilonas :)

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