jueves, 19 de julio de 2007

Nuevamente aquí

Nuevamente aquí.
Por fin respiro tranquilidad. Por lo menos, cuando mi mente me lo permite y la verdad es que, dentro de lo malo, se está portando bastante bien. Desde el martes sufro un tipo de estrés pos-entrevista inevitable y matador por momentos. Hay veces que me tortura estúpidamente y hoy he decidido que tenía que llenar mi día de actividades para intentar pensar lo menos posible y evitar momentos de derrumbre como el de anoche, en el que toda esa porquería de siempre me volvió a salir después de un par de meses buenos.
Esta mañana, como de costumbre, he estado en la universidad. Sigo con todas mis quejas, con esos momentos de pérdida de paciencia interior en los que descargo toda mi rabia en las hojas del final de mi cuaderno,... pero hoy decidí hablar, hablar y hablar. Ya está bien de que hable ella. Le hemos propuesto que queríamos hacer la segunda parte de la clase, la "oralidade", tal y como ella la titula, en la cafetería a modo de conversación más informal, pero también más natural. Y ha aceptado. Faltaría más que esta señora no aceptase, con lo poco que me parece que le gusta trabajar. Ayer llegó a las 9.30, cuando se supone que las clases comienzan a las 9. Pero es que no ha sido el único día. Esta semana no ha habido día que fuera puntual y yo creo que la gente se está empezando a cansar... Pero a lo que íbamos: que hoy aproveché para hablar, dado que no estábamos en este contexto tan formal del aula donde me resulta más violento arrebatarle el turno de palabra. Hoy en la cafetería me sentía más libre y, a mis intervenciones, se han unido las de mis compañeros. Así que vamos mejorando.

Hoy éramos sólamente 3 en clase: Josean, de Canadá; Samantha, de los Estados Unidos; y Andrea, de Italia. Las dos primeras son normales, pero el tercero es un tipo raro, muy raro. En realidad es un niñato (y está quizá mal que yo hable así porque yo suelo ser siempre la niñata en todos los contextos en que me muevo), pero es que suelta sólo tonterías... Y además, tonterías macabras. Es un italiano pijo, pijísimo, apasionado por las armas, el ejército, la mafia..., y hay momentos en que os juro que me da miedo. A las 11 de la mañana suele venir a la mesa donde me siento y se bebe, en menos de 30 minutos, 2 cervezas y un whisky. Yo flipo, mientras sorbo mi café y como alguna pequeñez. Y él se siente tan chulo, tan macho, tan feliz. Detesto a los hombres así. ¡Son taaaaan patanes!

Al terminar las clases, me he ido cerca de Cascais, a casa de Raquel. Y es que hoy su marido cumplía años y me han invitado. Hemos comido todos juntos y me hubiera gustado quedarme para la cena (que era la idea con la que Raquel contaba), pero había ya quedado con estas mujeres (con Helena y Marina. Estoy a la espera de que me manden un sms para ver adónde vamos esta noche...) y me apetecía más venirme para Lisboa. Además, quería hacer un poco de turismo solitario por las callejuelas lisboetas y hoy, aunque ha hecho bastante fresco, el día ha salido soleado y bonito. Así que estaba deseando pillarme la cámara de fotos y escaparme. Cada vez me gusta más perderme por ahí sola y perder tanto tiempo como me apetezca sacando fotos, cosa que no siempre puedes hacer cuando vas acompañada porque hay gente que se impacienta. Me relaja mucho y además, me hace feliz. Es curioso pero me sucede que a veces organizo mi mundo a partir de imágenes, a partir de fotos que haría. Y así es cómo recuerdo después mis experiencias,...


De vuelta a Lisboa, me he ido a la Alfama y al Castelo. Eran las 7, así que la luz estaba perfecta para mi gusto... Aquí una muestra de lo que me he encontrado:

Arco de la Praça do Comerço, a 30 segundos de donde me estoy alojando y punto de partida del paseo que he dado hoy.


Montones de callejuelas con puertas pequeñas de colores muy variados y con las cuerdas para tender la ropa en la calle... Quizá para algunos resulte antiestético (véase en Barcelona, que está prohibido), pero de verdad creo que tender la ropa en la calle da mucha vidilla a las ciudades. Lisboa es una muestra de ello.



Una vez arriba, ya en el castillo de San Jorge, he podido observar toda Lisboa, el Tajo y la parte de enfrente: Casilhas, etc... donde estuve el otro día con Helena cenando en el "Ponto Final".

Al fondo se puede ver el puente que aparece en la entrada "Segunda Semana en Lisboa", pero desde la perspectiva lisboeta y con una luz diferente.


La llegada al Castillo, cuya entrada es una esplanada desde la que se puede ver esa vista y donde hay bancos para sentarse, etc. ha sido muy bonita porque justo en esos momentos he escuchado una voz que comenzaba a cantar fado. Había pocos turistas porque ya era tarde y hacía fresco, así que rápidamente he sido capaz de identificar la voz. Se trataba de una señora mayor sentada en uno de los bancos. Probablemente fuese una lisboeta que había ido a pasar la tarde, puesto que los residentes de la ciudad tienen acceso gratis a las instalaciones. Todo el mundo, fingiendo que iba a la suya, estaba en realidad prestándole atención a aquella mujer tan emocionada, tan apasionada con lo que cantaba. Al terminar, los escasos turistas que andábamos por allá, y sin acuerdo previo, hemos comenzado a aplaudirle y nos ha respondido con otro fado. Ha sido muy bonito el momento.

Pero a los pocos minutos, he decidido seguir mi visita porque era tarde y tenía poco tiempo para visitar el castillo. Ha sido entonces cuando ha empezado la puesta de sol...

Muralla del Castelo con la Lisboa Baixa al fondo.


En los "jardines pétreos" del Castelo

Puesta de sol en lo alto del Castelo

Y nada... cada día de estos que me quedan lo voy a aprovechar para recorrerme un rinconcito de la ciudad. Mañana no sé cómo va a estar la cosa porque hay cena de la Universidad (Por fiiiiin!!!! Tres semanas después del comienzo del curso, se organiza la primera actividad conjunta para que los estudiantes de todos los grupos se conozcan. Resulta irónico que se trate de la fiesta de despedida... ¡Vaya desastre!), pero el sábado tengo pensada la ruta del "Eléctrico 28" y el domingo "Día solitario en Sintra". Me apetece. En estos últimos días, dada la "frustración" de mis expectativas generales de Lisboa, tengo la sensación de que me apetece pasar tiempo sola. Huí de los cursos de formación del Cervantes porque estaba harta de conocer a gente con ese perfil, pero en el fondo he echado mucho de menos el ambiente de esos cursos, donde siempre me lo he pasado genial. En fin, tendrá que ser en otra ocasión. Me voy, que me esperan. Beijinhos.

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