domingo, 22 de julio de 2007

Lisboa y sus alrededores

(Aunque esta entrada aparece publicada el 22 de julio, en realidad la estoy escribiendo el 28)
Por fin ha terminado el curso de portugués. Por fin, estoy totalmente libre y con posiblidades de disfrutar Lisboa al máximo, lo cual me ha llevado a cambiar mi billete de avión para el lunes 30 y quedarme unos días más puesto que sentía que esta ciudad todavía podía ofrecerme más. Justo ahora es mediodía y afuera hace un calor terrible, así que he decidido regresar un ratito a casa para dejar que pase este calor tan fuerte. Más tarde saldré para visitar la Casa del Fado y pasear un poco por el barrio de Graça, que todavía no lo tengo muy visto. Dado que tampoco tengo ya nada que hacer, he decidido actualizar el blog y explicar qué tal ha ido esta última semana por acá.





En cuanto a cuestiones académicas, debo decir que me siento bastante contenta al final porque pensaba que no había aprendido mucho portugués pero he visto que, por lo menos, algo sé ya que el martes hice el examen oficial de portugués (el equivalente al DELE inicial), y fui capaz de entender todo lo que se me pedía y escribir incluso una carta formal y otra informal sin muchos problemas. Tendré que esperar a los resultados que recibiré en un par de meses, pero yo creo que uno en el fondo sabe más o menos cómo le fue.





También esta semana pude desahogarme en las autoevaluaciones de los profesores y de la organización de los cursos en general. Fui bastante crítica y acabé escribiendo dos hojas por delante y por detrás en portugués, hecho que me hace pensar que obligatoriamente he mejorado en algo mi expresión escrita ya que hace 4 semanas justas no quise hacer el test de nivel porque sabía que no iba a dar ni bola, puesto que no sabía escribir absolutamente nada.

En cuanto a temas extraacadémicos, genial. Este fin de semana pasado estuvo altamente (como dicen los portugueses para decir "muy bien"). El viernes fue la fiesta de final de curso organizada por el Servicio de Alumno al Estudiante. No estuvo mal, si bien es verdad que participaron pocos estudiantes (unos 50). Calculo que en total, en los cursos, éramos unas 150 o 200 personas. También el número de profesores se podía contar con los dedos de una mano (Ahí me di cuenta de lo mucho que se alegran los alumnos cuando un profesor asiste a este tipo de eventos, algo que no siempre apetece desde la otra óptica), pero los pocos que estuvimos presentes, lo supimos pasar bien: primero unas saridinhitas grelhadas y después, baile, mucho baile. Los chinos macaensese (de Macau, una antigua colonia de Portugal en el China) al comienzo no querían salir a bailar.
Saqué a un par de macaenses de mi clase, y de ningunas de las maneras conseguí hacerlas mover ni un centímetro de su cuerpo; sin embargo, 2 horas después vi que empezaban a soltarse, aunque siempre dentro del grupo de macaenses. Les daba pánico tener que bailar con "occidentales"... No entiendo por qué. La verdad es que me ha gustado el grupo de chinos que hemos tenido esta vez en los cursos. He aprendido mucho con ellos y me han hecho reflexionado bastante, sobre todo, teniendo en cuenta que cabía la posibilidad de que me mandaran a China a trabajar. De entre todos los macaenses, con la que más relación he tenido ha sido con Anabela, quien, además de simpática, tiene una carita tan dulceeee... Me encanta. Aquí os la presento:

Y nada, el sábado lo aprovechamos para hacer más turismo interno por Lisboa. Lo dedicamos al tramvía 28, a la casa de Fernando Pessoa, al Parque da Estrela, al barrio de Alfama, al Barrio Alto, a degustar la gastronomía portuguesa, siempre sorprendente... Fuimos las tres mosqueteras (Marina, Helena y una servidora) y la verdad es que lo pasamos mu bie'. Como de costumbre, ahí van algunas fotos:






El eléctrico 28, el más turístico de todos, que recorre la Alfama y la Lisboa Baixa. Este fue el origen de nuestra jornada turística y nos llevó hasta el barrio donde vivió Fernando Pessoa. Es el tranvía más turístico de la ciudad, pero realmente recorre zonas muy interesantes y con mucho encanto.


Pero no es el único . Aquí hay otros también interesantes:



Tranvía que va desde lo alto del Barrio Alto hasta la zona portuaria de Cais de Sodré.


El Barrio Alto es un barrio supercurioso. Está en el pleno centro del Lisboa y, a diferencia de como imaginamos el centro de una ciudad (incluso más bien me atreviría a decir "capital"), éste no está bien cuidado. Más bien está muy, pero que muy descuidado, aspecto que para el turista al que le gusta callejear y vivir el ambiente de la calle puede resultar interesante, pero que yo detestaría si fuese un lisboeta que tiene que vivir en estas calles cada día de mi vida. Aquí os paso algunas muestras:


Puerta de una casa de la que quedaba poco más que la fachada principal.


Estado general de muchas de las casas del Barrio Alto.


Sin embargo, y curiosamente, por las noches este barrio se convierte en el punto de encuentro de muchos lisboetas y extranjeros que invaden los ciento y un locales que hay por todo el barrio. Es una pasada. No importa qué horas sean, ni sábado, domingo, lunes o miércoles... qué más da... siempre hay gente hasta el punto de abarrotar las calles y resultar difícil moverse por algunas zonas.


Sin embargo, lo que más me sorprendió el sábado fue algo que descubrimos mientras andábamos por la calle, sin irlo a buscar: El Cementerio de los Placeres, un cementerio situado justo al final de la línea del "Eléctrico 28". Un cementerio de gente adinerada de los siglos XIX y XX que nos dió una primera idea acerca de cuán diferentes son los cementerios portugueses. Y es que en este mes me he percatado de lo cercanos geográficamente hablando que estamos españoles y portugueses y lo lejanos que estamos en otras cosas. Apreaciación que no sólo hago en relación a los cementerios, sino también a otros aspectos que pueden abarcar desde los horarios (de los que ya hablé), hasta ciertos rasgos lingüísticos (que otro día comentaré). Aquí van algunas fotos de dicho cementerio:



La Rua 14 del Cementerio de los Placeres. Realmente, si uno desconoce que se trata de un cementerio y no relaciona los cipreses con este tipo de lugares de descanso eterno, dicha fotografía podría pasar casi casi por una calle de casas bajitas, cada una con sus puertas, sus ventanitas,... y hasta sus cortinas para protegerse del sol. Y si no, mirad las siguientes fotografías, que fueron algunos de los aspectos que primero nos sorprendieron en susodicho lugar:




Incluso algunos siguiendo la moda IKEA del siglo XXI:



Pero la gran sorpresa nos la encontramos cuando metimos la cabeza entre las cortinitas o entre alguna puerta medio abierta y descubrimos que esta gente no cierra las cajas en piedra, sino que las dejan tal cual, a la vista:




Por cierto, en esta foto anterior no sé si veis una pequeña botellita justo a la derecha del barrote de la derecha: se trataba una botella de ginginha, el licor de cereza del que hablé en alguna entrada anterior en la que explicaba nuestra visita al Castillo Medieval de Óbidos. Pues bien, a modo de ritual egipcio, también aquí parece ser que acostumbraban a dejarles a los muertos lo que les gustaba hacer en vida.


Por cierto, hablando después con los propietarios de una tasca portuguesa a la que hemos ido a comer varias veces, nos comentaban que para ellos era mucho mejor su forma de enterrar (dejando las cajas al aire libre), puesto que sentían que tenían a los muertos mucho más cercanos que si los encerraban en piedra. Nuevamente: hay que ver cuánto nos influye la cultura, cómo determina nuestra forma de ver el mundo, de sentir, de vivir y morir... En fin...


El domingo fuimos a Sintra, un pueblo que queda a unos 30 kilómetros de Lisboa pero que es una pasada porque tiene un microclima especial que hace que haya una vegetación abundante y totalmente diferente a la planicie que lo rodea. Creo que esta belleza natural fue la que llevo a la realeza portuguesa a instalarse allí hace unos cuantos siglos (aunque ahora carecen de ella), además de lo bonito que resulta el pueblo, de influencia árabe:




Sin embargo, hoy en día, lo más atractivo de Sintra son las tres grandes construcciones que tiene. La primera que se puede ver es el Palacio Nacional, situado justo en el centro del pueblo y en donde hay una magnifica colección de azulejos, que son abundantísimos en Portugal y, por supuesto, tienen su origen en la presencia árabe en la Península. Tanto en Sintra como en Lisboa es muy frecuente encontrar cientos de fachadas recubiertas de azulejos; cada una con su cenefa, con su color, con su carácter. Son una auténtica pasada. La verdad es que a lo largo de este mes he conseguido hacer una buena colección de fotos de azulejos. A ver si uno de estos días cuelgo algunas:




Palacio Nacional de Sintra. Lo que más me sorprendieron fueron esas dos grandes chimeneas que durante la visita descubrí que se correspondían con las chimeneas de la cocina del palacio.


Nuestra segunda visita fue el Palacio da Pena, que es la gran atracción turística de Sintra y que, curiosamente, cuando llegué y lo vi me recordó muchísimo a la visita del Palacio de Neuschwanstein (aquí os dejo un link para los que no lo reconozcáis por el nombre: http://www.viknet.pl/swiatnarowerze/neuschweinstein.JPG), en Alemania, aquel verano del 2001. ¿Os acordáis, meninas, cuando alquilamos aquellos Ford Ka y nos fuimos las 5 de ruta turística por el sur de Alemania? ¡Qué tiempos!



Pero lo más curioso fue que, leyendo la guía turística, el arquitecto del Neuschwanstein es el mismo que el del Palacio de Pena, ya que el rey de Portugual lo mandó traer para que dirigiese las obras. Flipé, pero es que en cierto modo tenía que existir alguna relación porque ambos palacios están situados en lugares muy muy semejantes, tienen una forma muy similar y, para el gusto actual, resultan kitsch a más no poder.

El Palacio de Pena, situado arriba de una colina, a 7 km. del centro de Sintra y al que accedes después de atravesar una zona con una vegetación densísima.


Aspecto del castillo.

Detalles de las ventanas


El interior del palacio es una pasada porque se conserva con todos los muebles y cosas que usaba la realeza en su día a día. Dicen que la habitación de la reina Amalia está tal cual la dejó el día que tuvo que exiliarse porque habían proclamado la república (1910). La verdad es que está superbien conservado y aluciné con la riqueza que atesora, con muebles procedentes de todas las colonias portuguesas que, a mi parecer, resultan mucho más exóticas y variadas que que tenían los españoles... Había muebles espectaculares. Y bueno, si yo flipé, más fliparon todavía los dos estadounidenses con los que fui para allá. La verdad, no me imagino viviendo un país donde no exista nada de esto, donde la cultura se remonta únicamente a cosas que tienen 300 años...

La última visita que hicimos fue el Castillo de los Moros, situado justo en la colina de enfrente del Palacio de Pena. Para llegar hay también que atravesar una zona de montaña con una vegetación fascinante y con formaciones rocosas no menos sorprendentes. Aquí van algunas fotos:

El Castillo de los Moros visto desde el Palacio da Pena. (Está justo a la izquierda, sobre la colina de rocas... no se aprecia muy bien, la verdad).

De camino al Castillo

Ya dentro del Castillo, que recorrimos de cabo a rabo. De hecho, empezó a anochecer cuando estábamos allá arriba y en lugar de ir por el camino convencional, nos aventuramos a bajar por el medio del bosque. Llegó un momento que estábamos los 3 cagados, pensando incluso en los escasos minutos de luz que podíamos tener, pero al final todo salió bien. Curiosamente, cuando el pánico se apoderó de nosotros, estábamos a escasos metros del pueblo, pero la vegetación era tan densa que no nos lo permitía ver. Cuando lo descubrimos, os podéis imaginar las risas que nos echamos :)



Y nada, esta semana las visitas se han centrado más en Lisboa y Bélem. A ver si uno de estos días tengo tiempo para colgar algunas fotos. Ahora me voy para Graça, puesto que me gustaría ver la Casa do Fado antes de que la cierren. Hasta la próxima.

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