lunes, 20 de agosto de 2007

Sigo allí

Hoy ha sido un día extraño. Me he levantado una hora más tarde de lo que había previsto anoche. Estaba convencida de que hoy llovería. Sin embargo, me he desperado precisamente por el sol que entraba por el balcón de la habitación de Dani. Estoy alojada estos días en su casa mientras está en Tailandia. Barcelona me queda tan grande sin él... Creo que me costaría demasiado adaptarme a ella sin su presencia, sin su compañía. Como suele ser habitual en mis mañanas, ducha y desayuno rápido. Después, he salido de casa de forma mecánica y me he dirigido a la estación de metro de Arc de Triomf. Todo tan extraño y tan familiar al mismo tiempo. Me siento como forastera en esta ciudad que ya no es mía, y al mismo tiempo siento que jamás me he marchado de aquí. No puedo evitar pensar, aun siendo consciente de que ya no es así, que soy aquella Àngels de tiempos universitarios. Sentimiento que supongo que se ha prolongado a lo largo del día porque hoy me he dedicado a la visita de bibliotecas; la memoria del máster no puede esperar más. Fecha límite para comenzar: septiembre.

Al entrar en el metro, primera cosa extraña, diferente: no hay gente, a diferencia de aquellos días de invierno que yo recuerdo en que el metro estaba abarrotado por las mañanas. La segunda, el aire acondicionado no está a tope, con lo cual se está bien, hecho que también contrasta con las temperaturas habituales del metro, que son siempre extremadamente contrarias a las que suele haber en la calle. La tercera cosa sorprendente: nadie, absolutamente NADIE, lee en el metro; sólo yo. Definitivamente, los barceloneses han dejado la ciudad y han dejado paso a los turistas en estos días de agosto. Bajo de la línea roja, sin agobios, sin empujones, y me dispongo a coger la verde. La tomo hasta casi el final. Bajo en Mundet. Mi último año acá subí cada maldito sábado por la mañana hasta esta parte de la ciudad para hacer el CAP. ¡Qué horror! Menos mal que en aquella aventura me acompañaba Gerard y nos moríamos de la risa comentando las jugadas de la noche anterior, nuestros planes,… por aquel entonces ambos pensábamos en cómo ingeniárnoslas para trabajar en el Cervantes. Hoy en día, yo estoy en Belgrado y él en Salvador, pero ambos en el Cervantes… La vida. Hoy, a diferencia de aquellos sábados de vagones abarrotados, de estudiantes sonámbulos, tampoco había nadie. Solitaria he llegado a la biblioteca; vacías estaban las salas.

Ya caída la tarde, he deshecho mis pasos por la línea verde para bajar hasta Drassanes. Incontables también las veces que bajé aquí. Incontables las mañanas que crucé las Ramblas y me adentré en la plazoleta donde estaba la puerta de acceso a la universidad. Incontables las horas que nos echamos en la biblioteca entre estudios y risas, como aquellas dos tardes en que nos llegaron a echar porque no podíamos contenernos… Incontables las fotocopias que he terminado haciendo hoy en aquel cuartucho asifixiante de mala muerte. Y para colmo, se me agotó la tarjeta, las monedas y tuve que salir a comprar una botella de agua para poder recargarla.

Sin embargo, el paseo fue agradable. Corto, pero bonito. Rambla arriba, avisté el Arco del Teatro a la izquierda e inmediatamente, Elvira ocupó mi mente. Cuántas veces me contó que de niña, recién mudada a Barcelona, había vivido en un pequeño piso a la entrada de aquella callejuela… A la derecha de la Rambla, callejones estrechos llenos de guiris, guiris y más guiris. Sin embargo, entre tanto ir y venir de gente diferente, diviso a alguien conocido: el indio de la tienda de la esquina al que cada mañana vi subir la persiana del negocio. Sigue allí, vendiendo camisetas y souvenirs tras su mostrador. También divisé a la chica de la farmacia de al lado… Y los artistas de la zona de abajo; ni siquiera sus cuadros, sus colores, su estilo, han cambiado… Mucho sigue igual en esta ciudad en constante movimiento… Y es en momentos como estos cuando sigo pensando que pertenezco a esta ciudad. Que no me he ido y que difícilmente conseguiré irme algún día.

La vuelta a casa ha sido Rambla arriba nuevamente. No lo he podido evitar a pesar de la densidad guirufa que ocupa la zona en estos días. No obstante, me he desviado pronto: he cogido la callejuela de Santa María del Pi… A cada rincón, un recuerdo. Un café con alguien, una conversación con otro, un regalo, unas compras,... Portal del Angel, Catalunya, Ausias March y casa, donde he descargado el material y he llenado el estómago, sin materia desde primeras horas de la mañana. Escasos minutos más tarde, sobre las 7:30 he salido en dirección a Arc de Trionf porque allí me encontraba con Helena, mi compañera de residencia en Lisboa. ¡Qué alegría y qué sensación tan extraña al mismo tiempo! Hoy hemos cambiado Bairro Alto por Ciutat Vella, concretamente, Sant Pere en dirección Vía Laietana. Durante el paseo, hemos pasado por Francesa Bonnemaison… ¡Qué tardes de tertulias, de traducción! Ésas son las cosas que echo de menos de Barcelona. Todas aquellas actividades culturales que soñé que algún día tendría tiempo y dinero para hacer y que, de momento, quedan en eso: en un sueño que sueño cumplir algún día.

Al caer la noche, y después de 2 horas de cañas y aceitunas, he regresado a casa por unas calles de aspecto casi fantasmal. Apenas si hay coches; por las acercas, sólo me acompañan personas mayores que pasean junto a su empleada sudamericana; otros, junto a sus perros; otros, solos, o en pareja, o con algún amigo… A pesar de que la noche es agradable, decido entrar en casa. Cierro la maleta y me propongo ir a dormir. El despertador va a sonar cuando aún el sol no haya salido. Objetivo: Belgrado :)

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