jueves, 9 de agosto de 2007

Rincones del planeta

Parece como si todos se hubieran puesto de acuerdo y ni siquiera se conocen. En menos de 48 horas, 5 amigos habéis partido en diferentes vuelos a diferentes rincones del planeta. Y para qué mentir: me hubiera metido en el avión con cada uno de vosotros, casi casi importarme el destino, puesto que todos me atraen.

Dani debe estar en estos momentos atravesando Asia en dirección a Tailandia. Él y Marc piensan recorrerse el país entero en tres semanas y me hubiera encantado compartir la experiencia con ellos. Desde que viajé a la India, me di cuenta de que estos países son superapasionantes, si bien es cierto que creo que necesitas ir preparado mental y físicamente. Además, llevaría compañía masculina, que tanto eché de menos cuando estuve en la India, lo cual me permetiría actuar más libremente y sin miedo. Justo ayer salió en El País un artículo que hablaba sobre Gandhi y que comentaba las contradicciones de este país: es la democracia más grande del mundo y está presidida desde hace pocos días por una mujer, Rashtrapati Bhawan. Sin embargo, y citando literalmente al rotativo, "En este país la discriminación de la mujer es cosa de cada día".

Sin embargo, si a alguien me recuerda la India en estos momentos es a Alfonso. También se marchó anteayer y hoy he podido leer sus primeras impresiones del país. ¡Tan parecidas a las que tuve! Me parece que gracias a sus comentarios este verano podré viajar en la distancia. Hoy contaba su primer contacto con el país a la salida del aeropuerto: el tráfico caótico, el choque con una realidad que sorprende y cuesta entender al mismo tiempo, el idioma, la cantidad de gente que hay en las calles y, sobre todo, la que duerme mediodesnuda por cualquier rincón de la ciudad; la impresión que tuvo al llegar al "hotel", la cuestión de si tomar o no el agua que te sirven, comer sin lavarse las manos previamente... Y un sinfín de paranoias más que te sacuden el cerebro en esos primeros días de viaje, pero que van difuminándose conforme uno se acostumbra a aquella realidad. Una realidad diferente, atractiva, pero también agotadora en ciertos momentos, puesto que momentos hubo en que mi mente se sentía incapaz de poder absorber más; necesitaba cierto orden europeo...

Otra de las afortunadas ha sido Salomé, mi querida compañera de trabajo. Ayer se montó en un boeing destino Sydney. ¡Qué envidia! :))) Ya cuando estaba en la universidad tuve la oportunidad de ir, pero no me atreví por no pedir más dinero de la cuenta en casa. Las afortunadas vinieron contando maravillas, de lo bien que se vivía en la país, de lo fascinante que era la gente, el paisaje, las playas, del ritmo de vida, de lo guapetones que eran los hombres... También Medín o Adela alucinaron cuando fueron y entre todos han contribuido a aumentarme el gusanillo... A ver si ahora con la excusa de que se está abriendo el Cervantes por aquellos lares me dejo caer para convencerme de que podría ser un buen destino :))

Otro de los destinos que también me atrae y para el cual también podría servirme de las redes cervantinas sería Brasil, para donde hoy ha partido Iván, con quien he compartido horas interminables de estudio cervantino durante el pasado mes de julio. ¡Cuánto papel hemos compartido y, sobre todo, cuanto minuto telefónico! Jejejeje... ahora me río, pero qué angustia... Fue él precisamente el que me dio la buena nueva, el que me llamó para decirme que los dos teníamos la plaza. Recuerdo que aquella tarde estaba en Lisboa metida en un tranvía de Bélem a Cais de Sodré. Iba durmiéndome, puesto que estaba agotada. No podía aguantar el sueño, pero la llamada fue mágica: lo que no conseguí fue conciliar el sueño aquella noche :) Él se va para Curitiba, al sur del país y a unos 100 km de la playa. Esta ciudad era mi segundo destino en Brasil por detrás de Salvador de Bahía, donde está viviendo Gerard desde hace dos años. Otro que está encantado con Brasil y que no vuelve ni de broma. Será cuestión de ir a verlos, aunque sea con el peligro de también quedarme yo atrapada por aquellas tierras y aquella gente.

Y un poquito más al oeste, a tierras venezolanas, se iba hoy Raquel, la amiga que me animó a ir para Lisboa. Es uno de esos países que hasta hace años no me atraía, pero que después descubrí gracias a las largas conversaciones que mantuve mi último verano en Tübingen con Geraldine y Carlos, venezolano exiliado y apasionado de su tierra. Recuerdo que por aquel entonces Dani y yo estuvimos barajando la posibilidad de un Venezuela-Perú que al final quedó en nada por las circunstancias económicas del momento. Algún día tocará Hispanoamérica... Le tengo taaaantas ganas a Perú. Y también a Argentina, México,... y como no, a Colombia. Aunque esa me la reservo para la boda de nuestra Julita, a modo de reencuentro tübingueño... Curiosamente, en los últimos dos meses comienza a aparecer en mi vida un país diminuto que hasta ahora ni fú ni fá, pero del que me han empezado a hablar varias personas conectadas a él de un modo u otro: Nicaragua. A ver si uno de estos días busco un poco de información, porque mi ignorancia es supina cuanto nos referimos a este tipo de países.

Aishhh... cuánto viaje, cuánto sueño. Sueños que espero que algún día se cumplan de verdad. De momento, tendré que conformarme con dos opciones. La primera, es moverme por aquí cerquita. En este agosto, lo más lejos ha sido Barcelona, donde estuve con mi madre el otro día. Paseamos por la zona en la que viví mis años de universidad, por la Barceloneta y el Born; por el Barrio Gótico, por algunos callejones del Raval; por Plaça Universitat... y pisamos escasos metros de Las Ramblas, que me encantan pero que detesto en momentos veraniegos en que más que Barcelona aquello parece Guirilandia.

Curiosamente, aquel mini-viaje me recordó a mis días en la India. Fue precisamente en la Catedral. Eran las 4 de la tarde. Nuestro propósito era visitar una de las capillas durante escasos minutos. Al acercarnos para entrar, el guardia, muy serio, nos dijo: "5 euros cada una". Perpleja, intenté reaccionar y mosqueada le dije: "Queremos entrar unos minutos para visitar tal capilla. No queremos visitar la catedral", a lo que me respondió un tanto borde: "Es horario de visitas. Si no quiere pagar, espérese hasta las 5.15". Nos era imposible. Teníamos un tren que salía de Sants a las 18h y no nos íbamos a arriesgar. La insistencia no sirvió de nada. Si queríamos entrar, había que pagar. Al final, soltamos el dinero, aunque yo, personalmente, de mala gana. Sin embargo, lo peor no llegó hasta segundos más tarde, cuando el guardia, más borde todavía y viendo mis morros me soltó: "Y usted, señorita, tiene que cubrirse. Así no puede entrar". Si ante el precio me había quedado sorprendida, tal comentarío me dejaba de piedra. Cierto es que llevaba una camiseta de tirantes, pero no esperaba ya un comentario así en pleno siglo XXI, cuando las épocas más instransigentes del catolicismo creía que parecían estar ya superadas en este país. Y sobre todo, cuando ya la iglesia ha hecho tanto negocio con el dinero que son los primeros que me parecen dudosos en cuanto a sus creencias. Aluciné.

En toda mi vida, solamente un musulmán enfadado me pidió que me cubriera (llevaba camiseta de manga corta) con un pañuelo, y no precisamente la cabeza, sino los brazos. Fue en la Gran Mezquita de Nueva Delhi, en la Jama Masjid. Fue el sitio religioso en el que peor me habían tratado hasta ahora por su falta de respeto a los que no pertenecían a su religión, por su falta de tacto al hablar ante quien quizá desconozca sus reglas, pero sienta curiosidad por su cultura. De ahí, mi miedo cuando visité Estambul o Sarajevo, en donde bien al contrario fueron amabilísimos conmigo. Es más, incluso en Estambul el encargado de la mezquita de Ortaköy (una de las mezquitas más bonitas que jamás he visto) nos invitó a 3 MUJERES a visitar la zona de los hombres durante la hora de la oración. Fue precioso.

No sé, siempre que he visitado un templo he intentado ser lo más respetuosa posible. Cuando he visitado una mezquita, un templo sikh, budista,... siempre me he descalzado y me he cubierto la cabeza cuando ha sido necesario. He seguido cada uno de sus rituales. No me ha importado jamás. Pero me repateó tremendamente el comentario de tal señor, con tanta mala leche. Y sobre todo, lo que más me repateó fue que, cubierta con un pañuelo que me prestó mi madre, descubrí a cientos de turistas extranjeras en plena catedral tan "despelotadas" como yo. Incluso más, porque iban de pantalón corto. Yo, por lo menos, llevaba mis vaqueros si es que el respeto se mide en centrímetros de ropa. Desde luego, hay cada extremista por ahí… Y después, nos quejamos de los musulmanes. Míremonos antes en el espejo, señores, y después, critiquemos.

Yo "despelotada" en los tejados de la Catedral. Ya que habíamos pagado 5 euros, había que aprovechar la visita y nos encontramos con que han habilitado un ascensor para subir hasta las agujas. Al fondo a la derecha, Colón.


En cuanto a la segunda opción que tengo para viajar este verano, me quedan vuestros blogs, e-mails, postales, y el canal "Viajar", al que mi madre y yo nos hemos abonado cada medio día a las 4. Faltan escasos minutos. Hoy nos presentan las "20 mejores islas" y después otro documental sobre Japón. Más tarde, os cuento.

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