sábado, 27 de enero de 2007

Nieva

Nieva, y además, con bastante intensidad. Enero parece llegar a su fin y, excepto un par de días que nevó en diciembre, son prácticamente las primeras nieves del invierno. Para una mediterránea como yo, el solecito y el calor de estos días anteriores eran perfecto; pero los belgradenses estaban ya histéricos, malos, con problemas de tensión, ansiosos de ver cómo todo se cubre por fin de blanco. Según ellos, la nieve es necesaria para limpiar el ambiente y ya era demasiado tiempo sin verla. Estoy segura de que hoy muchos se levantarán y al mirar por la ventana, pondrán una sonrisa en su cara. Hace un año también yo me hubiera alegrado. La nieve me resultaba exótica, incluso tranquilizante; era una tila blanca que caía ligera y suavemente, a veces formando pequeños remolinos, y que, con las horas, dibujaba un paisaje perfecto, puro,… Pero las sucesivas y abundantes nieves que tuvimos durante enero, febrero y marzo del invierno pasado, me convencieron de todo lo contrario: que es sucia, pringosa, peligrosa y sirve de muy poco. Sobre todo, si hay que salir de casa. Ya no puedes apurar hasta el último momento porque es imposible correr para pillar el trolebús que está a punto de pasar, las calles empinadas para ir al mercado cuestan el doble de subir y de bajar, especialmente si vas cargada, las escaleras de los túneles subterráneos para cruzar las calles están especialmente resbaladizas,… y si eres extranjera y no has conocido la nieve prácticamente hasta tus veinticinco, se nota: andas como un pato a quien le cuesta levantar los pies del suelo, para quien las botas pesan toneladas y tu equilibrio te traiciona de manera constante. En cualquier instante, puedes desestabilizarte. De momento, sin cambios hasta el miércoles.

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