En esta última semana he tenido que ponerme bastante las pilas con todo lo que habían hecho en clase los días que no anduve por la universidad: ¡Qué barbaridad! Todos los tiempos de Indicativo: presente, todos los pasados, futuro, condicional,... además de preposiciones, pronombres de OD y OI,... y como no, sin acompañarlos de actividades comunicativas que demuestren cómo se usan, ni actividades que permitan ponerlos en práctica de forma real y próxima a las comunicaciones del día a día; en este lugar, el manjar se sirve en bandejas gramaticales acompañado con absurdidades de una calidad suprema del tipo: "Bueno, el futuro y el condicional los portugueses no los usamos prácticamente, así que os los aprendéis para el examen; en realidad, no necesitáis usarlos fuera de clase". ¿Cómo se puede hacer semejante comentario en clase? ¿Cómo se puede entrar diciendo que los pronombres son complicadísimos? Son un fenómeno que se dan en todas las lenguas, y deberíamos partir de ese principio; cada alumno que fuese capaz de identificar el fenómeno en su idioma y luego, ver las diferencias. ¡Pongámos en práctica el interlingüísmo que tanto vendemos!... Sigo en mi sopresa constante, en mi incredulidad, aunque dentro de mí hay algo que me repite: "No sé por qué te sorprendes. ESA es la realidad que sigue abundando en Europa, se quiera o no".
Definitivamente he llegado a la conclusión de que mi queridísima profesora hace mucho tiempo que no pasa por un curso de metodología porque, además de presentar los contenidos como vengo explicando en mis últimas entradas, le encanta ser el centro de atención: hablar, hablar, hablar, hablar y hablar. Le encanta escucharse y apenas conoce lo que es "escuchar al alumno" sin corregirle, dejarle hablar, expresarse. A cada dos palabras, interrumpe y nos suelta un rollazo aburrido, poco interesante para quien tiene ganas de contar. Bueno, y hace un montón de cosas más que sonarían aburridas y pedantes en estas entradas y con las que tampoco me apetece daros el coñazo, pero que son de ponerse las manos en la cabeza.
Pero si algo me ha alegrado en clase esta semana es que, por fin, ha resucitado cierto espíritu grupal. Todavía no me atrevo a proclamar la buena nueva a los cuatro vientos, pero anteayer viernes ya fuimos a la cafetería 4 de nosotros e incluso después, al terminar la clase, 2 me propusieron que por qué no hacíamos algo juntos esa tarde. Rechacé porque ya tenía planes con Raquel, una compañera venezolana del máster que vive acá en Lisboa, pero me alegró la propuesta que, aún no ser nada interesante para mi gusto (ir a comprar ropa), no dejaba de ser un primer paso :)
En general, sigo saliendo con los de un nivel superior, los de intermedio. Me llevo mucho mejor y, además, aprendo un montón con ellos. Esta semana hemos paseado y salido bastante por el Barrio Alto, que es una pasada. A pesar de ser un barrio bastante degradado, viejo y lleno de "actos vandálicos", hay un ambiente que te mueres. No hay más que llegar un día cualquiera entre semana a partir de las 23:30 o 24:00... Las calles están repletas y, según dicen, hasta el amanecer. Yo no he estado hasta más allá de las 3 de la madrugada, pero me lo creo. El lunes estuvimos en la "Janela de Atalaia", un bar donde nos habían dicho que había conciertos de música brasileña, pero el dueño nos dijo que ya no, que habían dejado de hacerlos. Así que tendremos que buscar una alternativa.
El martes y el miércoles terminamos en el mirador de Santa Clara, donde un día vimos la puesta de sol y donde otro terminamos la noche hablando con unos mozambiqueños simpatiquísimos que nos explicaron un montón de cosas de su país... ¡Qué desconocida que me resulta África!¡Qué vergüenza! Ese tipo de conversaciones y reflexiones me hace pensar en qué egocéntricos somos los europeos... jamás vamos más allá de nuestras fronteras, mientras que el resto del mundo conoce las suyas y las nuestras... Estuvimos hablando de la situación lingüística del país, donde conviven más de 20 lenguas diferentes, muchas de ellas sin literatura escrita, pero con una fuerte tradición y con unas ganas enormes por parte de la gente de que no se pierdan. Y ante estas otras conversaciones uno se para a pensar también en si las políticas europeas y sus posiciones extremas no resultan también estúpidas...
Y el viernes por la noche terminamos Helena, mi compañera de residencia, y yo cenando en Casilhas, un pueblo que está justo en la otra orilla del Tajo. Sin saber muy bien adónde íbamos, nos aventuramos en uno de esos barquitos que cruzan el río a las 21h y terminamos allá, perdidas por un muelle al que queremos volver con un poco más de luz para echar fotos. De aquel atardecer sólo me salieron algunas bonitas de uno de los puentes que cruza el Tajo. Aquí os dejo una muestra:
La música fue de las cosas que más me gustaron y, de hecho, nos pasamos el día persiguiendo a los grupitos que había.
Tres ginjinhas servidas en vasitos de barro, aunque también se toman en vasos de chocolate.
Y así siguen pasando mis días en Portugal: con clases, salidas, descubrimientos lingüísticos, escapadas veloces a España,... A ver en qué acaba todo esto.