viernes, 21 de diciembre de 2007

Situaciones shockantes

En general, esta ha sido una semana cargada y muy intensa. Sigo sin cumplir plenamente con mis propósitos académicos como debiera, pero espero poderlo hacer en estos próximos días que se avecinan.

La cuestión es que hoy me han sucedido varias cosas poco habituales en mi vida, pero las dos me han pillado por sorpresa. Tanta sorpresa, que me han dejado totalmente desconcertada.

La primera ha sido cuando tomando un café, un amigo ha terminando diciéndome que sus sentimientos iban mucho más allá de los de una mera amistad. Que lleva año y medio colgado y que no podía aguantar más. O me lo decía directa y abiertamente, o rebentaba. No podía creerme lo que estaba escuchando. Y más que el qué, el cómo… Cada vez que habíamos hablado de la relación de amistad que nos une, él me acaba acusando de frialdad, de la falta de confianza para contarle cosas por abrirme. Y es cierto: durante el último año y medio reconozco que me he encerrado en mi caparazón y me ha resultado muy difícil comunicarme, pero también sé que en los últimos tres meses las cosas han comenzado a cambiar. De hecho, he escrito algunas entradas relacionadas con esa primavera que renacía en pleno octubre, y así me lo han manifestado otra gente. Que se me nota diferente, más contenta, más feliz. Y sí, lo estoy :)

La cuestión es que hoy he entendido esa frialdad de la que él me acusaba constantemente y que yo intentaba justificar. En cierto modo, era verdadera. Hoy, no obstante, también me he percatado de que algo distorsionada por su parte. Me da la sensación que durante este año y medio en el que hemos tenido momentos buenos y momentos malos en la amistad, momentos de distancia y momentos de mucha conexión, hemos estado viviendo la misma realidad, pero viéndola desde perspectivas diferentes. En esos momentos de conexión, de chispa, en los que “ha sonado la misma música”, yo no he sentido nada más allá que eso: amistad con una persona muy especial, pero amistad. Lo que él ha interpretado como signos que van más allá no han sido más que formas inocentes de actuar, sin intención alguna, que han alimentado su visión. Viendo que sufría porque yo me seguía manteniendo distante, ha intentado eliminar muchas veces sus sentimientos. Y lo ha hecho a través de un discurso destructivo acerca de la amistad que nos unía. Acusarme de fría, de distante, era una forma de separarse de esa que a él le gustaba pero a quien no se veía capaz de proponerle algo más allá.

Cierto es que en estos últimos meses mi forma de acercarme a él ha cambiado, como también ha variado hacia el resto de personas. Creo que me muestro más abierta, más cariñosa, más comunicativa… Y esto no le “ha sentado bien”. Sus sentimientos han vuelto a renacer y dice no poder controlarlos. Así que ante un discurso autodestructivo, prefería poner las cosas sobre la mesa y que fuera yo la que decidiera. Difícil decisión. Sobre todo, cuando quieres un montón a alguien, aunque no en esos términos; cuando existe la posibilidad de que un pequeño error destruya todo lo que ha existido ahora, lo bueno y lo malo. Cuando puedes perder para siempre a esa persona.

Ante mi “no hay nada que hacer”, ha reaccionado de dos formas, a ver cual de las dos más sorprendentes: la primera es que está plenamente convencido de que yo me estoy autoengañanado, que puede ver en mis ojos que sí siento algo… La verdad es que lo dudo porque yo sé que no siento atracción alguna, pero lo decía tan convencido que realmente me ha hecho dudar sobre qué es lo que debo reflejar… La segunda es que está dispuesto a luchar por esa relación y a esperar lo que sea necesario; y que, además, se siente afortunado de sentir algo así en la vida ya que hay mucha gente que nunca vive algo con tanta intensidad… Quitando el mal rollo de la ausencia de falta de correspondencia sentimental, no puedo dejar de comentar que realmente me ha emocionado la conversación. Me ha parecido superbonita cómo la ha planteado, las ideas, cómo se sentía… Envidiable en cierto modo. Nunca me había pasado algo así: salir los dos con una sonrisa a pesar de saber que no nos correspondemos.


En este estado de shock me he ido a trabajar y lo único que ha conseguido sacar de él ha sido otra situación “shockante”. El tapón de una botella de cava estampado en mi cara con toda la fuerza en plena sala de profesores. Celebrábamos las navidades y el cumpleaños de una profesora. Alguno se estará descojonando vivo al leer esto, pero os juro que me he quedado atontada por un momento del fuerte golpe. Lo peor (y lo bueno) ha sido que me ha golpeado en las gafas (que necesitan una visita urgente a la óptica), pero justo entre ojo y ojo. Por lo tanto, no se me ha roto el cristal, porque ahí la hubiéramos armado gorda. Los primeros momentos han sido horrorosos… no he podido evitar que me salieran las lágrimas, y ahora no estoy tan convencida de si ha sido por el dolor, el susto, o todo lo que llevaba acumulado dentro. Solamente sé que tenía unas ganas de llorar enormes, pero no lo he hecho al final. Supongo que la convención social me ha podido más que lo natural. Menos mal que siempre hay gente maja y pronto han acudido algunos con hielo porque tenía la cara superhinchada, temiendo aparecer mañana por casa con la cara medio amoratada. De ser así, serían ya dos años de susto al bajar del avión, pues el año pasado llegué a casa con una infección de orina y de riñones que mejor no recordar. ¡Qué dolor!

Así resumo mi último día en Belgrado en este 2007. Como siempre, me apetece escaparme a casa, que me cuiden. Pero no puedo evitar sentir también que me arrancan de donde empiezo a sentirme, a realizarme… No me gustan las noches previas al viaje, con esos sentimiendos invadiéndome y la preparación de la maleta esperándome.

La próxima, desde España :)

martes, 11 de diciembre de 2007

Polonia I: Cracovia

JUEVES 6-12-07

Tras dormir poco, madrugamos para dirigirnos a Cracovia en tren. Compramos los billetes con toda normalidad y la primera dificultad se nos presentó a los escasos segundos: aquel día nos habíamos aventurado a coger la silla para recorrer la primera parte de nuestro viaje y al intentar bajar a los andenes, vimos que no había ascensor ni plataforma alguna para minusválidos. Tras darle a un botón y sonar un par de veces la alarma, apareció un señor para decirnos que la solución pasaba por bajar por las escaleras mecánicas. Amablemente, nos ayudó hasta el andén. Allí, hice mis primeros pinitos en polaco: pedí dos botellas de agua, y aunque me entendieron, no perdieron la ocasión para estafarme y venderme la más cara. Al tren subimos ayudados por dos señores que amablemente se ofrecieron, si bien sería la única ayuda que recibiríamos a lo largo del viaje.

Tras dos horas y media, llegamos a Cracovia, que me gustó, aunque me esperaba algo más. Me recordó muchísimo a Zagreb o Ljubljana, incluso a Tübingen en ciertos momentos. No se aleja de la arquitectura austro-húngara, y si bien es bonita, no me resultó novedosa. No obstante, me sorprendió la afluencia de gente en las iglesias un jueves por la mañana; también me impactó la edad de la gente allí presente, y el elevado número de hombres en los templos; no dejó de impresionarme el que hubiera imágenes de santos en las calles, como me encontré en Zagreb en su día, y que una de las vírgenes fuera negra, como la Moreneta. Sabía que la religión era un factor importante en la vida polaca actual, pero en general me ha sorprendido la gran presencia que tiene. Además de las mil y una velitas que hay esparcidas por uno y otro rincón de la ciudad, también los judios siguen teniendo su gran peso en la sociedad: y para muestra, el enorme candelabro judío que me encontrado a la entrada al aeropuerto de Varsovia, tras pasar el primer control de seguridad; segundos después, he flipado al encontrarme un cartel que indicaba la dirección de la capilla; y finalmente, cuando he llegado a Belgrado y me he fijado en la bolsa de la compra del duty-free polaco en el que he estado escasos minutos antes de embarcar: los fondos de la tienda iban destinados a una asociación judía. Menos mal que venía a Belgrado y no a un país árabe, porque creo que no les habría hecho ni un pelo de gracia que apareciera paseándome tan tranquila con una bolsa como aquellas.

Además, del Rynek de Cracovia, es decir, de la conocida plaza central, estuvimos también el Wawel, el castillo desde el cual se divisa el Vístula. Al bajar, ya casi sin luz, fuimos a comer a un restaurante de comida típica polaca. Y me encantó: tanto la comida (yo tomé “zur”, una sopa metida en un pan, y ensalada), como el restaurante. Estaba decorado de manera rústica y muy agradable. La comida la terminamos con un vodka, y la rematamos con un té en el en el barrio judío, Kazimierz. Dicen que allí se grabó parte de la Lista de Schindler, o que por lo menos estaba ambientada en esta zona. No estoy segura, pero sólo sé que me gustó muchísimo. Desconozco la razón, pero siempre sentí cierta atracción hacia los antiguos barrios o guetos judíos. Me pasó lo mismo al visitar Praga, Budapest, Berlín, etc. Fue una pena que nos aventuráramos ya de noche por sus callejuelas adoquinadas (¡¿Podéis imaginaros cómo íbamos con la silla de ruedas?! Fue un descojone total, al tiempo que un sufrimiento para el pobre Alfonso, que debía ir levantándose cada vez que llegábamos a un bordillo, puesto que desconocíamos cómo subirlos o bajarlos. Al final, lo conseguimos, y 3 días después subíamos y bajábamos como auténticos profesionales, sin necesidad de que el pobre tuviera que estar constantemente levantándose.

En cuanto a Kazimierz, me encantaron sus locales, que me recordaron muchísimo a Berlín, me hubiera chiflado comer en uno de sus restaurantes y escuchar la música tradicional, y me fascinó la tarde de cafetería que pasamos perdidos en una de sus plazas y en donde disfrutamos como enanos haciéndonos fotos durante horas con el reflejo de un espejo, tres velas, y nosotros. Definitivamente mi autorregalo de Navidad va a ser una cámara digital… ¡Qué fotos han salido! Algunas son realmente muy bonitas…

Y de aquellas conversaciones en la cafetería, salió la de la música judía. Hasta el momento, yo sólo había escuchado a Shira Uftila, el grupo sefardí de Belgrado, pero esa misma noche, la del 6 de diciembre, Święty Mikołaj se acordó de mí y me dejó como regalo del disco “East meets East” de Nigel Kennedy and the Kroke Band. Simplemente, me encanta. Lo llevo escuchando desde que he llegado a casa, y lo mejor de todo es que empezamos a hablar de susodicho tema por la canción que encabeza el disco: Ajde Jano. Alfonso la había estado tarareando, pero yo no conseguía reconocerla. No es que cante mal (que no es precisamente el caso), simplemente sé que no tengo muy buen oido. La cuestión es que al llegar a casa la noche del viernes y poner el disco, me quedé alucinada: era una canción que yo había oido muchas veces cantar en las “kafanas” serbias como canción tradicional suya. De hecho, pude reconocer rápidamente dos palabras de la letra “Ajde, duso” (Venga, cariño). Al buscar más información al respecto en internet, descubrimos que se trataba de una canción típica de Kosovo y del sur de Serbia y, efectivamente, la letra (cutrísima, como muchas de las canciones de este género) estaba en serbio. Simplemente, aluciné.

La noche en Cracovia acabó en un “keller” (Alfonso, ¿se escribe así?) (como aquellos típicos de Alemania, abovedados y de piedra o ladrillo. Superagradables) tomando una cerveza polaca, suave pero buena para mi gusto. Nos acostamos relativamente pronto. Al día siguiente había que madrugar porque yo quería ir hasta Auswitz, a una hora y media de Cracovia.

Polonia

Poco o prácticamente nada me queda de este puente, que ha sido bastante intenso, y en el que he conseguido desconectar mucho :) Justo ahora acabo de volver del cumpleaños de Danijela a pesar de estar agotada del viaje a Polonia, donde he estado estos días en compañía de Alfonso. La verdad es que antes de mi partida estuve debatiéndome acerca de ir o no ir, ya no por la climatología (que podría haber sido un factor en contra de mi visita, pero se ha portado de p.m.), sino porque el sábado pasado me llamó para comentarme que se había lesionado la rodilla, estaba con una baja de 2 semanas y no podía andar. Eso planteaba o bien conocer Polonia medio solita (algo que no me hubiera importado si desde un principio me lo hubiera planteado así, que no era el caso), o bien darle un tute que se iba a morir muleta arriba, muleta abajo.

La cuestión la solucionó alquilando una silla de ruedas, opción que ha dado mucho juego :). Además de habernos permitido recorrer Cracovia, Auswitz y algunas zonas de Varsovia, nos hemos reído mucho y nos ha hecho reflexionar aún más sobre lo mal preparado que está el mundo para los descapacitados.

Pero ahora es tarde para contar todas estas aventuras. A ver si en estos próximos días, entre rato y rato de memoria, y dado que he cancelado mi viaje a Sofía, tengo tiempo para sentarme y contar poco a poco todo lo que vi, viví, sentí, etc.

martes, 4 de diciembre de 2007

Sobre buenos profesores...

Dedicándome a lo que me dedico, no he podido evitar este artículo: Buen profesor, mejor resultado, a la vez muy relacionado con mi memoria... A ver si tengo tiempo esta noche (aunque lo dudo: tengo que dejar todo listo para mañana, que me voy a Polonia) o la próxima semana y lo comento.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Empezar por una misma

Al final no he ido a Kosovo, tal y como había apuntado en mi última entrada. Nos hemos rajado… Cuestiones de seguridad, falta de transporte adecuado y falta de pasaporte hasta el viernes. Me lo tenían retenido en el Ministerio de Asuntos Exteriores Serbio y en mi propia embajada desde hacía mes y medio… Una vergüenza, porque durante este tiempo no podía salir del país. ¿Qué habría sido de haberme pasado algo? ¿O de pasarle algo a los míos? ¿Qué c--- habría hecho? Pero bueno, no quiero darle más vueltas. Mejor ponerle el punto y final y disfrutar pensando que ya lo tengo, que ya vuelvo a tener alas, aunque debería cortármelas una temporadita. Me huele que voy a tener que hibernar socialmente este invierno, me guste o no.

No ha sido hasta hoy que me he estresado. Quizá estúpidamente, pero ver un fin de semana bien aprovechado, en el que las horas de trabajo me han cundido, pero cuyo resultado han sido únicamente 4 hojitas de nada de marco teórico de la memoria, me ha estresado. Yo pensaba que esto de escribir memorias y tesis era algo más fácil, pero realmente va muy lento. O soy yo, que tengo prisa por terminar.

Sólo pienso que aquella prórroga que me dieron hace un mes, de poco me va a salvar. Y menos mal que me la dieron, porque si no estaba ya más que condenada a la hoguera. Este mes que comienza tengo que buscar tiempo necesaria y obligatoriamente para sentarme, aunque lo veo francamente difícil. El verdadero problema que creo que tengo es que no sé organizarme bien. Antes, cuando estaba en el colegio y en el instituto, creo que conseguía hacerlo mucho mejor. A veces me pregunto si era porque la carga de trabajo era menor… o no, porque también tenía un huevo de asignaturas. De verdad, ahora creo que sería incapaz de retener información tan tan tan diferente.

Otras veces pienso que ahora tengo demasiadas cosas diferentes e inconexas en la cabeza: que si el trabajo, que si la memoria, que si los viajes, que si has quedado con este, que si te quieres apuntas a lo otro, que si baja a comprar esto, que si llama al menganito, escríbele a sotanito… Demasiado. Soy demasiado ambiciosa, lo reconozco. Pero la curiosidad por tocarlo todo, por salir con todos, a veces me puede… Dicen los serbios, grandes seguidores del horósocopo, que es un rasgo muy propio de los géminis. Ilusionarse por todo rápidamente, no poderse concentrar en algo concreto por no saberse decidir, y acabar frustrándose por no completar nada.

Lo curioso es que mi memoria se centra en el aprendizaje autónomo, en la capacidad de poder dotar a los estudiantes de estrategias para planificar su aprendizaje, monitorizarlo, evaluarlo, y con ello, resultar más eficientes a la hora de aprender… y qué curioso que yo no lo haya conseguido conmigo misma todavía. Sé que en el fondo debería empezar por mí, siendo estratégica en mi vida. Haría más, y todo me saldría mejor… A veces me consuelo pensando que esto es una etapa de mi vida, que sé que soy mucho más organizada en realidad, pero que a veces simplemente necesito un poco de caos y desorganización, que también sienta bien.

No obstante, este mes, y como venía diciendo antes, necesito organizarme realmente. Lo quiera o no, puesto que me esperan 3 semanas de actividad realmente intensa.

El miércoles me voy de puente. Esta vez me escapo a Varsovia a ver a Alfonso :)… a ver un poco qué se cuece en Polonia en estas épocas del año, que espero que sea de todo menos nieve y mucho frío. ¡Qué manía que tengo, pero es que no me apetece tener que andar entre montones de nieve, con miedo a resbalarme, y tiritando durante horas!.... Ya os contaré.

Vuelvo la otra semana, el 10. Pero 4 días más tarde tengo otro viaje organizado. Esta vez me voy a Sofía. La excusa es un curso de formación que organizan en el Cervantes y al que se nos ha convocado a todos los centros de la zona… La verdadera razón, conocer la capital búlgara, aunque mi conciencia me dice que debería retirarme del proyecto, que mejor que me vuelva a coger mis apuntes de autonomía del aprendizaje y me quede en casa, pero no sé si voy a ser capaz…

Y la otra, me voy para España. A casita, a que me cuiden :) La verdad es que el tiempo me está pasando demasiado deprisa, pero es como que al mismo tiempo ansio ese momento de paz y tranquilidad en casa. De desconexión. ¡Qué bien me va a sentar pasearme por un pueblo perdido entre naranjos! Quién me iba a decir hace unos años que desearía perderme algunos días entre aquella tranquilidad… Hay que ver.

sábado, 1 de diciembre de 2007

lunes, 26 de noviembre de 2007

Intenso domingo

Vaya semanita. Ha sido un no parar constante, sin apenas tiempo para respirar y con la energía muy baja, sensación agravada últimamente por la recaída de anginas que he tenido estos días y el taller que ayer di en la universidad de Belgrado y que me remató. Controlar a 80 personas en un aula sin ventilación con bancos y mesas fijos, cuando habíamos pedido un espacio grande sin muebles, resultó ser más que agotador.

Pero bueno, ayer por la tarde y hoy han sido días de completa desconexión. Además, hoy ha sido un día completito, de esos que cada cosa que me ha ido pasando he pensado: “Lo tengo que comentar en el blog”.

Lo he comenzado de forma diferente: tirada en la caman y viendo “No man’s land”, una película que me recomendó Irene este verano mientras regresábamos a Belgrado en aquella tartana de Zlatibor. No es reciente; es del 2001, y trata de la guerra en Bosnia. Me ha parecido muy buena, aunque sumamente triste y ha conseguido dejarme bastante tocada. ¡Qué injusta es la vida! ¡Qué egoistas somos los seres humanos cuando todo nos va bien, y qué poco nos importa la vida de otros cuando estamos bien acomodados y servidos en nuestro despacho! ¡Qué hipócrita el mundo en el que vivimos, en el que predicamos palabras de apoyo, humanidad,… y después lo único que queremos es preservar nuestro nombre intacto, sin mancha alguna! Mejor no nos pringuemos, no vaya a ser que la cosa nos salpique… He alucinado y todo esto me ha hecho una vez más dudar de este mundo, de la realidad tergiversada e interesada en la que seguro que vivimos y de la que no somos conscientes.

Al terminar, y tratando de evitar que me afectara más de lo que quería, me he puesto a limpiar la casa y he ido al mercado. Es la ruta de cada domingo, y la verdad es que me encanta porque es el día de mayor variedad en fruta y verdura, curioso, ¿verdad? En España yo creo que nunca iría a un mercado un domingo a pillar lo mejor. No obstante, es cierto que con la llegada del invierno se nota que disminuyen las frutas y verduras atrayentes y se van llenando los puestos de patatas, coliflores, remolachas, y conservas caseras. Probablemente sea así hasta marzo :(
Al llegar a casa, he ido a darle los buenos días a los vecinos, y Bojana y yo nos hemos puesto a hablar en el rellano. De repente se ha abierto la puerta el otro vecino y nos ha dicho que nos invitaba a café, que pasáramos. Hemos alucinado un poco, dado que normalmente es con su mujer con quien nos relacionamos y no con él. Pero ante su repentina salida (como si viniera a buscarnos intencionadamente), su sorprendente amabilidad y su invitación insistente, hemos aceptado. Inocentes…

Personalmente, he alucinado cuando he visto que su mujer no se encontraba en casa y estábamos solos él, un amiguito suyo, la vecina y yo. Desde el comienzo, no me gustó la situación, pero vi a Bojana reaccionar con naturalidad y pensé que todo estaba bien. No obstante, yo seguía sin sentirme a gusto. Supongo que se debió al revoloteo inicial constante de ambos sobre nosotras. Era como si se tratara de dos adolescentes altamente hormonados que hubieran perdido el norte. Me dio la sensación, por un momento, de volver a mis quince, momento en que buscábamos situaciones semejantes; cuando en aquella mezcla de sexos, la vergüenza nos invadía y de repente aparecía la figura del celestino tratando de unir a los dos interesados: esta mañana esos dos éramos el amiguito y yo, sólo que con una diferencia: no había ni el más mínimo interés por mi parte.

Tras servirnos un café y un vaso de zumo (entre los dos han conseguido calentar un poco de agua y leche y mezclarlo con café y azúcar, pero no sin nuestra ayuda… ¡qué penoso!), nos hemos sentado en el salón. En un sillón el vecino, él; en otro, ella; y en el sofá, el amiguito y yo.

La cosa ha empezado con la excusa de que querían practicar inglés, pero ha ido encaminándose hacia donde mucho me temía y no quería. Durante el primer año no me importó ser la extranjera con la que la gente quería intercambiar, relacionarse, hablar,… pero ha llegado ya un punto que esta actitud me tiene harta. Si alguien quiere hablar conmigo, quiero que sea porque realmente hay conexión, porque tenemos algo que decirnos. Odio ser vista con otros intereses, y aquí las arpías lingüísticas abundan. De hecho, ya no salgo con quien me pida hablar en español o, aun peor, cuyo discurso empiece con un “corrígeme todo, ¿vale?”. Para eso, que se busquen un tandem o se paguen unas clases particulares. ¿Es que la gente no se da cuenta que ése es mi trabajo? ¿Qué también yo necesito desconectar?

En fin, volviendo al tema de hoy. La cuestión es que estábamos todos en el salón y sin casi haber dejado que pasara el tiempo e intercambiar palabra, al iluminado del amiguito se le ha ocurrido empezar a piropearme. Yo, incrédula. Era como si todo hubiera estado preparado, como si el objetivo era hacerse con aquella españolita que, lejos de su propósito, pensaba: ¿Cómo te atreves a decir esas cursiladas si apenas nos conocemos? ¿Si no hemos intercambiado más que nuestros nombres, a qué nos dedicamos, y la relación que tenemos con el invitado? Ya sé que el amor hace decir gilipolleces muchas veces, ¿pero qué amor ni qué historias hay aquí? QUE NO ME CONOCES DE NADA... Y encima, te atreveces a piropearme abieratmente, delante de todo el mundo... ¿Acaso te has preguntado cómo me puedo sentir? ¿Y si tengo pareja?... La primera vez he guardado silencio e intentando sonreir mínimamente, sin poder evitar lanzarle una mirada a mi vecina preguntándole: “¿Qué c--- está pasando aquí? No entiendo nada…”. He visto en su mirada que estaba tan desconcertada como yo. Contrariamente a lo que pueda parecer, me ha tranquilizado. Aquella situación tan surrealista a mi parecer, también lo era para ella. Este tipo de encuentros organizados y tan directos no suelen tener lugar con tanta frecuencia como yo he llegado a pensar en algún momento.

Al final, el vecino, en un arrebato de bobería masculina (y que nadie se ofenda, pero es verdad. A veces acaban soltando lo que no deberían), ha terminado contando que hacía tiempo que le había explicado a su amigo que tenía una vecina española y que éste insistía en conocerla. Hoy había ido a ayudarlo a subir una lavadora nueva a casa y como recompensa, había que presentarnos. Así que al oirme en el rellano, había salido a buscarme... Pues menos mal que estábamos Bojana y yo, y que no me ha llamado al timbre a casa, porque estoy yo sola en esa situación y me da algo. Detesto estas historias. Y aun más detesto a los celestinos, sobre todo, cuando no entienden que están haciendo el ridículo y aun se atreven a decirme, a cada pésimo piropo que me lanza su amigo, que cómo son los hombres serbios, y que ya quisieran todas las españolas que sus hombres fueran así… ¡Ese narcicismo ciego serbio, cuán poco me gustaaaa! Y lo peor es que lo padecen tanto ellos (que se creen la flor y nata de la belleza terrenal), como ellas (que creen tener a los mejores hombres del mundo). A lo que ya no he podido más y he dicho que no era mi caso, que para mi gusto, sólo se salvaba algún que otro serbio y que en general me había dado cuenta desde que vivía en Serbia de lo mucho que me gustaban los españoles.

He salido de allí escopetada tan pronto como he podido y nos hemos metido en mi casa a comentar la triste jugada. No es la primera vez que me intentan emparejar con alguien en este país, y no sé qué manía tienen de adoptar ese rol de celestinos. El año pasado una alumna quería liarme con un amigo suyo que tenía, ni más ni menos, que 40 años. La verdad es que no tengo nada en contra de la gente de 40… la edad nunca fue algo que me preocupara jamás. De hecho, casi siempre me he relacionado con gente mayor que yo, pero joer… ¿Quién se cree la gente que es? ¿Con qué derecho se cree para organizar tu vida? ¿Para decidir con quien debes estar porque ellos no soportan el hecho de estar solos? Lo peor de esta situación es que me acaba poniendo violenta con quien no quiero. Pero no puedo evitarlo, dado que siento que están invadiendo un terreno de mi intimidad para el cual yo no me he abierto, y mi reacción inmediata es actuar con seriedad y sequedad, como queriendo romper cualquier vínculo que nos pudiera unir. No lo puedo evitar.

Me he sentido tan ridícula, tan estúpida viendo perder mi precioso tiempo de domingo. Menos mal que por la tarde lo he aprovechado en el festival francés de documentales que se organizaba en el Sava Centar. He estado con Miona, que es siempre un placer, y hemos visto 3 documentales:

- El primero, “The decent factory”, hablaba de los analistas éticos que Nokia tiene para investigar en qué condiciones trabajan los trabajadores de sus proveedores en países como China. Ha sido muy interesante.

- El segundo, “Ilha das Flores”, era un corto que ya conocía. Habla de las malas condiciones en que viven los habitantes de la Illa das Flores y denuncia la situación de que haya personas viviendo en condiciones mucho peores que ciertos animales. Lo he encontrado en Youtube en esta dirección. Así que a quien le apetezca, se lo recomiendo. Dura poquito y tiene una forma muy original de presentar la información.

- El tercero, y último, no recuerdo exactamente cómo se llamaba, pero era un documental sobre Muhammad Yunus, el creador del Grameen Bank y de los microcréditos que ha revolucionado la economía de Bangladesh y otros muchos países del tercer mundo. Ha sido muy, muy, muy interesante. No sólo en términos económicos, sino ver también cómo ha hecho que el papel de la mujer entre a formar parte de la sociedad bangladeshí, que tanto el hombre asumiera que tenía un papel fundamental, como ella misma tomara conciencia de que podía hacer algo más que servir a un marido y a unos hijos.
Al acabar me he venido a casa. Mañana madrugo. Esta semana será probablemente tan intensa como la anterior… además del trabajo y de un montón de actividades, tengo mi memoria y empieza el festival de cine de autor con algunas pelis que quiero ir a ver; para el fin de semana, está todavía todo en el aire, pero queríamos escaparnos a Kosovo 10 días antes de que se decida el futuro de todo esto… Pero todo está por ver. Más noticias, a lo largo de estos días.