Vaya nochecita la de ayer/hoy. Empezó de forma extraña ya en el Festival Etnográfico que organizaban y al que se nos ocurrió ir al ver que había un pase de un corto brasileño y otro español. A pocos minutos del comienzo, ya un viejo empezó a roncar en la sala; a los pocos minutos, una pareja sentada al fondo empezó a discutir y se acabaron abofeteando y saliendo (¡flipo con la gente!); y a los 40 minutos o algo así nos piramos porque el DVD brasileño había dado ya más de 20 veces error y se paraba cada 3 segundos. Aquello era incomprensible. Una pena. Pero bueno, nos compensamos yendo a comer un pequeño restaurante que hemos descubierto justo a la vuelta de la esquina. Pequeñito, con las paredes amarillas y lleno de colores, pero muy sencillo y acogedor, luz indirecta... un poco lejos del estilo serbio más tradicional, que era lo que no me apetecía encontrarme precisamente.
A las 2:00, a pocos minutos de entrar en casa, me llega un sms de mi vecina, que me necesitaba. Subo, cojo el ascensor, y aún no estaba ni en la puerta, ya estaba ella saliendome a buscar. El vecino no había aparecido todavía (y se suponía que tenía que llegar a las 22:00). Ni siquiera había llamado; ni siquiera había recibido los sms que ella le había estado mandando; ni siquiera tenía cobertura. La intenté tranquilizar. Me sorprendió verme en esa posición, porque siempre es ella la que me tranquiliza y me ayuda a buscar soluciones en este país. Le dije que seguro que se había quedado por ahí tomando algo con algún amigo, etc.
Esperamos hasta las 3:30 y allí no aparecía nadie. Yo dormía a ratos porque no podía aguantar el sueño. Estaba muerta. Estabamos las dos envueltas en una manta porque definitivamente ha bajado la temperatura en Belgrado y hacía frío. ¿Qué hacer? Habíamos llamado al servicio de transportes públicos para ver si había habido algún problema con alguna línea de autobuses que unía los dos puntos de la ciudad que nos interesaban... Sin respuesta. El siguiente paso era llamar a los Servicios de Urgencia para ver si habían atendido a alguien con su nombre y apellidos. Ninguna de las dos se atrevía a llamar. Nerviosa, la final, cogió el teléfono y llamó. Sin registro alguno. Su nombre no constaba.
De madrugada, mientras yo dormía un rato, han vuelto a llamar. Nada. Sin respuesta. Y sobre las 7.30 no hempos podido aguantar más y ha llamado al colega con el que supuestamente mi vecino había salido anoche. Para desgracia de los allí presentes, mi vecino salió anoche de su casa a las 22:00 y dijo que se venía para el centro, que iba a ir un rato a la kladionica, algo similar a una casa de apuestas, a tomarse algo y a dormir. No podíamos entender nada... nuestras hipótesis de que se habían emborrachado y había decidido quedarse a dormir allí se esfumaban. El siguiente paso ha sido esperar hasta las 10:00 para ver si había conseguido llegar a la kladionica. Y nuevamente, para nuestro disgusto, tampoco había estado allí por la noche. ¿Qué puñetas había pasado? Su amigo lo había visto subir al autobús, en la línea de autobús no se había registrado ningún problema, no constaba en la lista central de ingresados por urgencias, no había estado en la kladionica,... A lo largo de la noche se nos han ido ocurriendo mil y una posibilidades, aunque cierto es que en alto sólo nos hemos atrevido a comentar las "buenas". Sin embargo, todos sabíamos que también podíamos esperar algo malo... Las lágrimas y la histeria de mi vecina no cabe ni comentarlas, aunque de verdad le ha ganado la batalla a la paciencia, porque se ha controlado mucho a lo largo de las horas...
Ya de día, y a una hora prudencial de domingo por la mañana, hemos llamado a un contacto que teníamos que trabaja en la policia; ir por nuestra cuenta nos hubiera costado un "Vuelva usted en unas 12 horas, que sólo hace 12 que está desaparecido". Para aumentar nuestra lucha contra la paciencia, el contacto no entraba a trabajar hasta las 14h, pero aún así ha tomado los datos para ver qué se podía hacer. Hemos llamado a los amigos de mi vecino, con lo que supuestamente no iba a salir anoche pero con los que quizá pudo terminar e irse de borrachera. Nadie sabía nada. En la desesperada, mi vecina ha llamado al colega de anoche para suplicarle, por favor, que le dijera la verdad, incluso si su novio estaba pasando la noche con otra. Sólo quería saber que estaba sano y salvo. Nikola insistía en que él no sabía nada.
Sobre las 12, un sms. Mi vecino volvía a tener activo el móvil. Lo hemos llamado urgentemente y sí, estaba bien, a escasos metros de casa. Prefería no hablar por el teléfono, mejor nos lo contaba al subir. Si digo que ha entrado tranquilo es algo que no extrañará a los que lo conozcan, riéndose de lo que había pasado y quitando importancia a nuestros nervios, sufrimiento,... Lo había detenido la policia anoche, algo que a mí no me entraba en la cabeza porque no lo veo precisamente vándalo a este hombre. He aquí la reconstrucción de los hechos:
A las 22:00 se montó en el autobús después de haber estado en un bar con su colega Nikla tomando unas 5 ó 6 cervezas (que nadie crea que puede estar fácilmente borracho con esa dosis. De hecho, es la normal, la diaria). A medio camino sintió que se estaba meando y decidió bajarse al autobús. Se metió entre unos árboles (Belgrado está lleno de parques, etc.) y de repente llegó la policia a detenerlo; a él y a otros tantos hooligans que estaban causando problemas a la salida del partido de fútbol (en efecto, mi querido vecino se encontraba a esas horas por allí, pero no por el fútbol, sino POR CASUALIDADDDD!). De nada sirvió insistirles que no iba con el grupo de hooligans, que había parado porque tenía un pequeño apuro y tenía que llegar a casa. Le quitaron el móvil, se lo apagaron, y no le dejaron hacer llamada alguna. Genial... y ahí nos tienes a nosotras sufriendo y con el moco caído toda la noche, imaginando, como no, lo peor.
En fin... cosas que pasan.
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domingo, 16 de noviembre de 2008
Horas eternas
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lunes, 4 de junio de 2007
De la hora de la tormenta y otras historias
No hace ni 20 minutos que he llegado a casa con las gafas de sol puestas y acalorada. Venía pensando: ¡Tremendo bochorno! Tengo que cambiarme los jeans por alguna falda porque no aguanto esto. Bien, pues está diluviando, lloviendo a cántaros. Y el cielo negro, iluminado de vez en cuando por algún rayo. Alucino. Sólo espero que pare pronto, sobre las 6.20-6.30, que es cuando tengo que ir pensando en regresar al trabajo. Esto del horario partido me tiene muerta matá. Pero en fin, es lo que hay.
He llegado a casa después de ir al banco para arreglar unos papeles e ir a pagar internet, que ya ni me acordaba. Y es que en este país todavía las cosas no van por el banco: es decir, tienes que ir a pagar la electricidad, el agua, los impuestos, internet, el teléfono... a correos, con la facturita que te han mandado a casa en mano. Por suerte, hoy sólo he hecho alrededor de 30 minutos de cola. Hay veces que he estado más de una hora de pie y el recibimiento en la ventanilla ha sido de p--- pena, aunque en eso no ha habido diferencias hoy: me he esforzado por hablar en serbio y, como al final no la entendía, la tía me ha empezado a hablar en inglés superborde. Y yo pensaba : ¿Serás cabrona? Encima que me esfuerzo y me lo pagas así. Pero en fin, ya se sabe. Además del mal gesto, he tenido que terminar pagando yo, aunque esta vez dinares.
Después he venido a casa y como eran las 5.30 de la tarde, hora serbia de comer (parte de mi proceso de serbinización), pues me he sacado la crema de zanahorias que preparé anoche (recordando las primeras semanas que estuve en Serbia, donde comí eso durante noches) y la carne que ayer me dio la vecina. Y es que ayer por la noche, cuando regresé a casa, pasé a verla. Estuvimos conversando y comiendo maline... mmm... ¿frambuesas? Son como las moras, pero rojas. Las venden ahora en el mercado y la verdad es que nunca las había probado frescas, pero están deliciosas. De vez en cuando, algo ácidas, sabor que no me apasiona, pero que ayer en este contexto me pareció rico. Se las habían mandado sus padres junto con un montón de comida, como es habitual los domingos por la tarde-noche. Alrededor de las 8 suelen ir a la estación de autobuses ella o su novio van por las bolsas que les mandan. Traen comida para toda la semana: a veces "bollería salada" (¿Hay una palabra en español para esto?, por ejemplo, para los croissants con queso o con salchicha...), algo de hojaldre, etc. Otras, como ayer, la comida era más suculenta: carne, pescado, sarma y pimientos rellenos con carne y arroz, pan y dulces.
"Además de que la comida de casa está más buena y eso nos quita la presión de tener que pensar en cocinar constantemente, nos ayuda a sobrevivir. Belgrado es demasiado caro", palabras textuales. Flipé. Pero aún flipé más cuando nos pusimos a hablar de sueldos. De lo que gana ella, de lo que gana él, y de lo que es peor, de lo que ganan sus padres en un pueblo del sur lejos de Belgrado. Su sueldo no supera los 550€ al mes y se le paga en dinares, lo cual te da una inestabilidad terrible debido a que el valor de la moneda en este país fluctúa cada día respecto al euro (seguro que si algún economista lee esto me va a decir que no me he expresado bien, pero bueno, creo que podéis entener qué quiero decir). Aun así, se considera tremendamente afortunada. Él es profesor de gimnasia en un colegio a tiempo parcial porque no lo pueden emplear más horas. Bueno, en realidad es pluriempleado: trabaja en dos colegios diferentes, cada uno en una parte de la ciudad, y entre uno y otro acumula tantas horas como un profesor a tiempo parcial en una escuela normal. Y su sueldo son 100€ al mes. Y pagan 300 al mes de gastos y sobreviven con otros 300. Ahora entiendo el porqué tienen que mandarles comida y por qué salen contadas las veces.
Pero lo peor fue cuando me explicó que lo más humillante para ella es saber que su padre trabaja como empleado en una empresa y su suelo es tres veces inferior al de ella y que, aún así, tiene que pedirle ayuda. Como es evidente, la vida en los pueblos es infinitivamente más barata y un café no supera los 0,30 dinares de euro, pero también lo son los sueldos. De hecho, la prueba está en que, según contaba ella, cuando la gente sale al bar a tomar algo siempre pregunta primero cuánto cuesta algo y, en caso de disponer de dicha cantidad, entonces pide lo que quieren.
No sé... ¡este país es tan contradictorio! Cada mañana, a las 8.45, cuando paso por la Plaza de la República, la principal, las cafeterías están llenas: dentro y fuera. Continúan así toda la mañana y toda la tarde y a estas horas (22:55) es realmente difícil encontrar una mesa en los lugares del centro. Sobre todo, en los pijos... A ver si un día de estos hago fotos de esa zona y os la pongo por aquí... Da la sensación que no trabajan y no son pocos los serbios que se enorgullecen de ese ritmo de vida, el cual está muy bien por una parte (puesto que me da la sensación de que disfrutan mucho más que nosotros), pero que no me parece tan lógico, por otra. Creo que es todo un auténtico montaje: ellas emperifolladas por fuera con "oro y plata", enconjuntadas de arriba a abajo (zapatos, cinturón y bolso a juego, por no hablar de la ropa, los ganchitos del pelo y las pulseras).... y ellos con su chándal y sus deportivas de último modelo o con sus jeans y su camisita.... pero después no pueden llevarse un trozo de pan a la boca. Esta no es una reflexión que hago ahora: hace dos años que le voy dando vueltas, que no lo entiendo, pero mi vecina me demostró ayer que es verdad: que sobreviven de lo que les mandan del campo y del extranjero (hay mucho serbio emigrado), y que poco resuelven con sus 200€ mensuales.
En fin, al final me he puesto a hablar de los sueldos y me he desviado del tema comida, que era el que quería comentar hoy. Lo hago de forma sucinta: la cuestión es que ayer les había llegado comida e insistió en que cogiera. No hay cosa peor que negarte ante un serbio, así que acepté: "Sarma, pimientos, cordero y truchas para tu comida de mañana". El sarma me lo comí anoche, porque tenía un hambre que me moría. Para variar, estaba de muerte :))) Y el cordero, pues lo he comido con la crema de zanahorias. Pero lo curioso de esa carne, que está asada, es que ellos la comen fría: jamás la comen caliente, como nosotros. La primera vez que me la sirvieron (de eso hace ya más de año y medio) me moría engulléndola. Pensaba: "Vaya asquerosidad", pero no podía hacer el feo. Había 20.000 ojos expectantes en aquella extranjera sentada a la mesa de una familia serbia... Por supuesto, dije que estaba delicioso. Es una carne seca de esas que, de habérmela puesto mi madre en casa, le hubiese dicho que ni de coña me tragaba eso... Bueno, pues resulta que ahora me encanta :-/ Hay que ver cómo cambian las costumbres, los hábitos, los gustos, etc. de una. La prueba está en que no queda ni rastro del cordero, ni de la sarma, ni de los pimientos, ni de la proja (un tipo de pan de maiz, cuya anécdota prometo contar en breve),... Sólo queda la trucha, que la fríen y la guardan: otra de esas "guarradas" que en casa nunca me comería pero que aquí, pues habrá que probarla. Definitivamente, el "proceso" avanza y no sé si alegrarme o aterrarme ;-)
He llegado a casa después de ir al banco para arreglar unos papeles e ir a pagar internet, que ya ni me acordaba. Y es que en este país todavía las cosas no van por el banco: es decir, tienes que ir a pagar la electricidad, el agua, los impuestos, internet, el teléfono... a correos, con la facturita que te han mandado a casa en mano. Por suerte, hoy sólo he hecho alrededor de 30 minutos de cola. Hay veces que he estado más de una hora de pie y el recibimiento en la ventanilla ha sido de p--- pena, aunque en eso no ha habido diferencias hoy: me he esforzado por hablar en serbio y, como al final no la entendía, la tía me ha empezado a hablar en inglés superborde. Y yo pensaba : ¿Serás cabrona? Encima que me esfuerzo y me lo pagas así. Pero en fin, ya se sabe. Además del mal gesto, he tenido que terminar pagando yo, aunque esta vez dinares.
Después he venido a casa y como eran las 5.30 de la tarde, hora serbia de comer (parte de mi proceso de serbinización), pues me he sacado la crema de zanahorias que preparé anoche (recordando las primeras semanas que estuve en Serbia, donde comí eso durante noches) y la carne que ayer me dio la vecina. Y es que ayer por la noche, cuando regresé a casa, pasé a verla. Estuvimos conversando y comiendo maline... mmm... ¿frambuesas? Son como las moras, pero rojas. Las venden ahora en el mercado y la verdad es que nunca las había probado frescas, pero están deliciosas. De vez en cuando, algo ácidas, sabor que no me apasiona, pero que ayer en este contexto me pareció rico. Se las habían mandado sus padres junto con un montón de comida, como es habitual los domingos por la tarde-noche. Alrededor de las 8 suelen ir a la estación de autobuses ella o su novio van por las bolsas que les mandan. Traen comida para toda la semana: a veces "bollería salada" (¿Hay una palabra en español para esto?, por ejemplo, para los croissants con queso o con salchicha...), algo de hojaldre, etc. Otras, como ayer, la comida era más suculenta: carne, pescado, sarma y pimientos rellenos con carne y arroz, pan y dulces.
"Además de que la comida de casa está más buena y eso nos quita la presión de tener que pensar en cocinar constantemente, nos ayuda a sobrevivir. Belgrado es demasiado caro", palabras textuales. Flipé. Pero aún flipé más cuando nos pusimos a hablar de sueldos. De lo que gana ella, de lo que gana él, y de lo que es peor, de lo que ganan sus padres en un pueblo del sur lejos de Belgrado. Su sueldo no supera los 550€ al mes y se le paga en dinares, lo cual te da una inestabilidad terrible debido a que el valor de la moneda en este país fluctúa cada día respecto al euro (seguro que si algún economista lee esto me va a decir que no me he expresado bien, pero bueno, creo que podéis entener qué quiero decir). Aun así, se considera tremendamente afortunada. Él es profesor de gimnasia en un colegio a tiempo parcial porque no lo pueden emplear más horas. Bueno, en realidad es pluriempleado: trabaja en dos colegios diferentes, cada uno en una parte de la ciudad, y entre uno y otro acumula tantas horas como un profesor a tiempo parcial en una escuela normal. Y su sueldo son 100€ al mes. Y pagan 300 al mes de gastos y sobreviven con otros 300. Ahora entiendo el porqué tienen que mandarles comida y por qué salen contadas las veces.
Pero lo peor fue cuando me explicó que lo más humillante para ella es saber que su padre trabaja como empleado en una empresa y su suelo es tres veces inferior al de ella y que, aún así, tiene que pedirle ayuda. Como es evidente, la vida en los pueblos es infinitivamente más barata y un café no supera los 0,30 dinares de euro, pero también lo son los sueldos. De hecho, la prueba está en que, según contaba ella, cuando la gente sale al bar a tomar algo siempre pregunta primero cuánto cuesta algo y, en caso de disponer de dicha cantidad, entonces pide lo que quieren.
No sé... ¡este país es tan contradictorio! Cada mañana, a las 8.45, cuando paso por la Plaza de la República, la principal, las cafeterías están llenas: dentro y fuera. Continúan así toda la mañana y toda la tarde y a estas horas (22:55) es realmente difícil encontrar una mesa en los lugares del centro. Sobre todo, en los pijos... A ver si un día de estos hago fotos de esa zona y os la pongo por aquí... Da la sensación que no trabajan y no son pocos los serbios que se enorgullecen de ese ritmo de vida, el cual está muy bien por una parte (puesto que me da la sensación de que disfrutan mucho más que nosotros), pero que no me parece tan lógico, por otra. Creo que es todo un auténtico montaje: ellas emperifolladas por fuera con "oro y plata", enconjuntadas de arriba a abajo (zapatos, cinturón y bolso a juego, por no hablar de la ropa, los ganchitos del pelo y las pulseras).... y ellos con su chándal y sus deportivas de último modelo o con sus jeans y su camisita.... pero después no pueden llevarse un trozo de pan a la boca. Esta no es una reflexión que hago ahora: hace dos años que le voy dando vueltas, que no lo entiendo, pero mi vecina me demostró ayer que es verdad: que sobreviven de lo que les mandan del campo y del extranjero (hay mucho serbio emigrado), y que poco resuelven con sus 200€ mensuales.
En fin, al final me he puesto a hablar de los sueldos y me he desviado del tema comida, que era el que quería comentar hoy. Lo hago de forma sucinta: la cuestión es que ayer les había llegado comida e insistió en que cogiera. No hay cosa peor que negarte ante un serbio, así que acepté: "Sarma, pimientos, cordero y truchas para tu comida de mañana". El sarma me lo comí anoche, porque tenía un hambre que me moría. Para variar, estaba de muerte :))) Y el cordero, pues lo he comido con la crema de zanahorias. Pero lo curioso de esa carne, que está asada, es que ellos la comen fría: jamás la comen caliente, como nosotros. La primera vez que me la sirvieron (de eso hace ya más de año y medio) me moría engulléndola. Pensaba: "Vaya asquerosidad", pero no podía hacer el feo. Había 20.000 ojos expectantes en aquella extranjera sentada a la mesa de una familia serbia... Por supuesto, dije que estaba delicioso. Es una carne seca de esas que, de habérmela puesto mi madre en casa, le hubiese dicho que ni de coña me tragaba eso... Bueno, pues resulta que ahora me encanta :-/ Hay que ver cómo cambian las costumbres, los hábitos, los gustos, etc. de una. La prueba está en que no queda ni rastro del cordero, ni de la sarma, ni de los pimientos, ni de la proja (un tipo de pan de maiz, cuya anécdota prometo contar en breve),... Sólo queda la trucha, que la fríen y la guardan: otra de esas "guarradas" que en casa nunca me comería pero que aquí, pues habrá que probarla. Definitivamente, el "proceso" avanza y no sé si alegrarme o aterrarme ;-)
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